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Tributo y nostalgia: el conmovedor homenaje a los seres queridos en los cementerios de Quito
EXTRA recorrió dos lugares para buscar historias de ‘amor eterno’ durante el Día de los Muertos. Hubo lágrimas y ‘selfies’ en las tumbas
Óscar Cali permaneció por más de 15 minutos encima de una escalera de madera frente a la tumba de su padre, en el cementerio de San Diego, en el centro de Quito.
Fue a visitarlo por el Día de los Difuntos. Estuvo solo y tenía colgado dos cascos de motocicleta en su mochila. El uno le pertenecía a su progenitor, quien le enseñó a montar bicicleta cuando era niño y luego le mostró cómo manejar moto.
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Lamentablemente, hace 15 años lo asesinaron cuando regresaba a su casa, en el sur de la ciudad. El hombre fue sorprendido por dos delincuentes. Se resistió al asalto y le apuñalaron por tres ocasiones.
Óscar guardó el equipo de protección como recuerdo y también aseguró que “es mi amuleto para que no me pase nada. Con el casco sé que estoy cerca de mi padre”.
En otra sección del cementerio, Alisson Guerra guiaba a una de sus hijas para que limpiara la lápida de su abuelita, quien falleció hace más de cuatro años. Fueron entre toda la familia para visitarla.
Alisson afirmó que es una tradición que vayan todos para que el alma de su pariente ‘no se sienta sola’. “No debe existir obstáculos para reunirnos con nuestros seres queridos que ya no están en este mundo”.
Luego de eso, la familia fue a su casa a preparar una comida y compartir entre todos.
¿Qué detalles llevaron a los muertos?
De fondo se escuchaban los acordes de una guitarra y la voz de un hombre entonando el pasillo ‘Camino al cielo’: “Te fuiste y muy triste fue tu despedida. Dijiste escuchar un canto que te llamaba...”.
Se trataba de Ramiro Guañuna, un artista de Zámbiza que suele trabajar en el cementerio ‘poniendo ambiente’ a los deudos de los fallecidos. Dos canciones por cinco dólares.
El guitarrista acompañó a una familia que perdió un ser querido hace pocos días. Un hombre se lamentaba y acariciaba una tumba. Lloraba desconsolado y la música le puso un toque más melancólico a la despedida.
Más abajo, otra familia contrató a dos cantantes para despedir los restos de una niña de dos meses con 21 días que murió por una malformación en el corazón. Su madre, María Sanmartín, fue con su otra hija y sus nietos. “Siempre vengo a verla para acompañarla y que no se sienta sola”, comentó.
Antes de irse a la casa, se tomaron una ‘selfie’ con la lápida de fondo. María añadió que les inculca a sus hijas y nietos a que no deben olvidarse de las personas que dejan este mundo. Que siempre deben recordarles y honrar su memoria.
Este año hubo poca afluencia de personas en comparación a años pasados. La lluvia ‘asustó’ a varias familias.
¿Qué pasó en el cementerio de El Tejar?
En el cementerio de El Tejar los parientes de los fallecidos asistieron a una misa realizada en un pasillo del lugar, en medio de las tumbas.
Entre esas personas se encontraba María Llangari, quien tenía en sus manos seis tarjetas, las cuales las iba a dejar en las lápidas de sus padres y cuatro hermanos, quienes fallecieron en los últimos 10 años por enfermedades catastróficas.
Además, antes de salir compró unas flores para llevarlas hasta la tumba de su nuera. Ella murió hace dos meses en un accidente de tránsito.
Julio Guamaninga compró una lata de aerosol negra para pintar las rejas que protegen a la tumba de su padre. Fue con si hijo para, según él, enseñarle el significado “de amar a nuestros seres queridos hasta el día de su muerte”.
El hombre contó que su progenitor era hincha del Aucas y por eso, luego de ‘guapetear’ su tumba fue a la casa de un pariente para ver el partido entre los orientales contra Barcelona.
Su hijo nunca conoció a su abuelo, pero siempre le dice a Julio que quiere visitarlo en el cementerio para, de alguna forma tener una cercanía con su pariente al que nunca lo vio en persona.
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