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Litsy Cagua teme quedarse sola en la habitación del área de hospitalización.RENE FRAGA

El trágico “estreñimiento” de Litsy Cagua, la mujer que vivió con una pinza en la barriga

La esmeraldeña que tuvo seis meses ese objeto en su vientre no pasa en paz tras la cirugía que le hicieron para extraerlo. Tiene miedo a los médicos.

"Ya quiero irme a mi casa. No quiero estar aquí”, suplica Litsy Cagua sentada en una cama de la habitación 22 del hospital Delfina Torres, sur de Esmeraldas, donde está internada. Ruega que no la dejen sola. Teme que le pase nuevamente lo que la marcó para siempre.

Hace 21 días, los médicos de esa casa de salud le sacaron una pinza quirúrgica que atravesaba el interior de su vientre. Hace seis meses, otros médicos en ese mismo hospital olvidaron ese instrumento adentro de la joven cuando le hicieron una cesárea para que naciera su primogénito.

Desde entonces, ella vive una pesadilla. Llora constantemente y mira con recelo a los doctores que la chequean frecuentemente. “A veces, ellos (los galenos) llenan la habitación para revisarme”. Y eso la asusta, asegura a EXTRA la chica, de 20 años, quien iba a ser madre por primera vez.

Tampoco puede dormir, precisa su madre Zoila Cagua (39), quien ha hecho su nuevo hogar en esta habitación de paredes color crema, cortinas verdes y con una cama más para otras pacientes. Ella pasa la noche en el piso para cerciorarse que su única hija pueda, al menos, conciliar el sueño. “Pongo una colcha en el suelo y con otra me arropo bien. Nadie se imagina lo que estamos pasando”.

La primera cirugía

Litsy se deja caer sobre la cama otra vez. Su brazo derecho está conectado a un suero. El otro está hinchado de tantos pinchazos, cuenta con su voz frágil.

La visitan sus dos tías, quienes guardan silencio para escuchar –de nuevo– su triste relato. Ella reside en Súa, una parroquia perteneciente al cantón Atacames, en donde pasó los meses de embarazo acompañada de su esposo Félix Quiñónez y de su familia.

“El 13 de marzo le pedí a mi mamá que me acompañara al hospital Guasti de Atacames”. Ahí le explicaron que el parto no sería normal porque el bebé era grande.

Los médicos le dijeron que ese procedimiento solamente lo pueden hacer en el hospital Delfina Torres de Concha, a 21 kilómetros de distancia. La trasladaron en una ambulancia y luego le confirmaron que harían una cesárea. Debía prepararse.

A las 10:00 del 14 de marzo, le sacaron la ropa y “me llevaron al quirófano”. Le inyectaron la anestesia en la columna. Estuvo consciente “desde que me ‘abrieron’ hasta que sacaron al niño”. Pero después sí la sedaron completamente para cerrar la herida.

En esta radiografía se observa el objeto que fue olvidado en el vientre de Litsy.RENE FRAGA

Tras el procedimiento, Litsy solo recuerda que despertó en una sala llena de mujeres que ya habían dado a luz. Estaba dolorida sin jamás imaginar lo que se habían olvidado en su vientre. Madre e hijo estuvieron internados durante dos días. Después de ese tiempo, los mandaron nuevamente a su hogar.

La desgracia

El dolor por la cirugía no importaba. Litsy y los suyos estaban contentos porque el bebé nació sano y robusto: 4.000 gramos de peso y una talla de 55 centímetros. Ya en el hogar, lo colmaron con las cosas que compraron para que las usara. Biberones, ropa abrigada, sandalias, juguetes... ilusiones.

“Lo amamanté desde la primera vez que lo tuve en brazos”. Y eso, a su criterio, parece que condenó a su hijo. Cree que su leche posiblemente estaba contaminada por culpa de la pinza quirúrgica dentro de su organismo que, hasta ese momento, no le provocaba molestias.

Con el paso de los días, el bebé dejó de comer. Estaba débil. Por eso, lo llevaron luego de 21 días de vuelta al Delfina Torres. Su piel ya no era rosada, sino amarillenta. Vomitaba. Se moría de a poco. Y así fue. No duró más de dos días con vida, pese a ser ingresado en el área de Neonatología.

A través de esta incisión se logró extraer el instrumento quirúrgico.RENE FRAGA

Al pensar en eso, a Litsy -pálida y sin ánimo- le tiembla la voz. “Ni siquiera le hicieron una autopsia para saber por qué murió el bebé”, recrimina Zoila. Aunque en el acta de defunción se indica que la causa fue un problema cardíaco.

Volvieron a Súa con el pequeño cadáver. En la casa se reunió la familia, lo velaron y lo sepultaron. “Lo único que pensamos fue que era un designio de Dios”, menciona Rafaela Quiñónez, cuñada de la muchacha.

Para recordarlo, los parientes mandaron a imprimir un afiche con fotos del infante. Se lo ve con ternitos de lana. Con sus ojos cerrados. Y con una cruz como muestra del duelo.

A su madre, en cambio, no le quedó más que resignarse. Sin embargo, el dolor no solo era sentimental, también físico. Que era por las heridas del vientre, le decían. Pero ella “sentía que algo me punzaba en mi pulmón. Y cada vez que caminaba, me quedaba sin respiración”.

Félix, su esposo, dice que la llevaban a clínicas para que la atendieran porque tenía fiebre. Cuando la revisaban solamente les explicaban que se trataba de un fuerte estreñimiento. “También nos decían que era una infección en sus partes íntimas”.

En la casa de la joven tienen una gigantografía con las fotos del pequeño, quien murió a los pocos días de nacido.RENE FRAGA

Pasó un mes. Dos. Tres… seis y las molestias no desaparecían por más exámenes que le hicieran. Finalmente, la llevaron de nuevo al Guasti de Atacames.

Más operaciones

“En ese hospital, un doctor me ayudó bastante. No se dio por vencido hasta saber qué me pasaba”, cuenta Litsy.

Por fin, se decidieron por una radiografía de la espalda. Con el resultado, la joven se dio cuenta qué le estuvo pinchando el pulmón izquierdo: era la pinza de puntas redondas y de aproximadamente 16 centímetros. “No lo creía. Sentía miedo de lo que me podía ocurrir”.

El 2 de septiembre la internaron, otra vez, en el Delfina Torres. Los médicos explicaron a Zoila que Litsy tendría que someterse a una segunda cirugía. “Me dijeron que duraría entre dos a tres horas. Yo solo me quería morir, porque no sé cómo hubiera reaccionado si perdía a mi única hija”.

Por suerte, el objeto fue extraído. Aunque no todo fue alegría. La familia cuenta que la chica tiene una fuerte infección y también neumonía por culpa de la pinza. Ahora, 24 días más tarde, el suplicio está lejos de terminar. Litsy saldrá del hospital, pero no para su casa –como lo anhela–. Irá a una clínica en Quito porque tienen que intervenirla otra vez.

Guardan también las cosas que le compraron para su uso diario.RENE FRAGA

Me dijeron que mi hija tenía agua en los pulmones y que con la cirugía va a quedar bien”, indica Zoila. No saben qué nuevas desgracias tendrán que vivir, pero la fuerza que ha caracterizado a Litsy la empieza a abandonar ante una situación que no ha revelado quiénes fueron los responsables del trágico ‘descuido’.

La denuncia interpuesta por la familia en contra del hospital fue por el delito de lesiones causadas por infringir el deber objetivo de cuidado en ejercicio de su profesión. Esto se tipifica en el artículo 146 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).

Si los implicados resultaran culpables, la sentencia podría ir de 1 a 3 años de prisión, sin tomar en cuenta los agravantes, según la legislación ecuatoriana.

Santiago Carrasco, presidente de la Federación Médica Ecuatoriana (FME), dice que ellos no han recibido últimamente cifras exactas de este tipo de casos de supuesta negligencia profesional en el país. “Los datos que llegan son de los médicos que emplean un seguro que les permite defenderse en estas situaciones. Pero no contamos con datos del Sistema Nacional de Salud ni público ni privado”.

Para el galeno, esta realidad es perjudicial porque no se resuelven los problemas. Esto para beneficio del paciente, su familia y del doctor implicado. Por eso urge, dice Carrasco, un cambio a la normativa que criminaliza la mala práctica médica y se debe hacer un trabajo conjunto entre Fiscalía y los profesionales.