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Vicenta dice que aunque los vende, nunca recibió ningún latigazo, era bien portadita.Romina Almeida /EXTRA

'Don fuete' pierde fuerza en el mercado

Los vendedores del Mercado Central afirman que ya no se corrige con la severidad de antes. Unos están a favor de su uso, otros no, pero hay quienes sugieren latiguear a ‘choros’ y a políticos corruptos

Su puesto está cerca de una de las entradas del Mercado Central, la que está en la calle Clemente Ballén, en pleno centro de Guayaquil.

En toda la esquina inferior del quiosco de Priscilla Urgilés se exhibe al látigo, la veta, el fuete, esa tira de cuero de vaca que desde el siglo pasado es denominada por algunos como ‘García Moreno’, porque sacaba lo malo y ponía lo bueno..., así decían.

Este objeto ha sido usado por generaciones para ‘corregir’, pero al parecer ya no es muy utilizado, al menos eso reflejan las ventas de este histórico centro de abastos.

Priscilla los comercializa en 0,50 centavos (con pelos o sin ellos), los trae desde la provincia de Manabí. Vende unos 20 en un buen día y 6 cuando está flojo.

Asimismo, admite que se la sobaron con la veta; que con o sin pelos, el dolor es el mismo, depende de la fuerza con la cual se ejecuta el porrazo.

“Han pasado padres con niños por mi puesto, lo señalan y dicen: “Mira lo que está allí’ y se van”, cuenta.

Vicenta Murillo, de 67 años, también vende los látigos de cuero. Las madres son sus clientes más frecuentes. En sus 55 años en el mercado ha oído frases como: “Si me lo botan, les compro el doble”.

Con pelos o sin él, en el mercado venden los látigos en 0,50 centavos o 1 dólar.Romina Almeida /EXTRA

Ha conocido historias como la de una señora que iba a comprarlo para ‘sonarse’ a su hijo adulto que andaba con otras mujeres y descuidaba a su hogar, cuenta la sexagenaria, quien reconoce que ya no los vende mucho, pero tiene algunos, porque siempre hay alguien que los pide.

Darwin Urgilés también los vende, desde hace 20 años. Señala que en cinco años vendía mensualmente 600 unidades, hoy solo 100 al mes.

Una compradora, Miriam Vera (60), asegura que sí latigueó a sus hijos, pero con sus nietos es diferente. “Ahora ellos, que tienen 16 y 13 años, me dicen que si les pego me denuncian”, manifiesta.

Fuete para todos

William Urgilés (65) tiene cuatro décadas en el centro de abastos, revela que también fue castigado con aquel objeto y asegura que no se ha traumatizado por eso.

Él es partidario de su uso, pero menciona que no solo debe de ser para azotar a los hijos, sino también para ajusticiar a los delincuentes y políticos corruptos, sostiene que así se haría la plata.

Pedro Tirsio confiesa que sus abuelos y sus padres le dieron con látigo, manguera y caña. Asegura que por eso es respetuoso y recto.

Según el intendente General de Policía del Guayas, Manuel Cucalón, no está prohibida su venta, porque no es considerado un arma, pero podría estar penado su uso.

“No corrige, solo espanta”

“Todo golpe es maltrato y abuso de poder por parte del adulto. Es una pena que incluso profesionales puedan pensar que sirve para educar. No corrige, solo espanta y angustia al niño, quien no lo hará de nuevo por miedo, no porque ha razonado y entendido qué hizo mal y cómo lo debería hacer”, sostiene la psicóloga clínica Eliana Rodríguez.

Foto de los latigazos que una mujer sufrió en 2019, el agresor fue su pareja. La azotó por no darle pronto el biberón a su bebéArchivo / EXTRA

Mariela Delgado, orientadora familiar, enfatiza que el látigo fue creado para los animales, para dirigir al ganado. “No sé a quién se le ocurrió emplearlo para ‘corregir’ a los niños. Eso solo causa resentimiento y rebeldía”, indica.

La maestra Estela Vera considera que antes de llegar al castigo se debe implementar el diálogo, y si no puede, busque ayuda profesional, un psicólogo clínico o uno educativo, para que le enseñe técnicas que pongan en ‘vereda’ a los chicos, sin recurrir al maltrato.

“Primero el consejo, si no entiende toca darle una buena y si sigue en lo mismo... ese árbol está chueco, no se lo puede enderezar”.Alejandro Egas, comprador
“Más nos daba mi mami y era por los pies. Ahora los chicos parecen que son los que mandan y los padres los quieren corregir cuando están grandes”.Fátima Panta, compradora