El paisaje combina verdes intensos con azules profundos, con palmeras que susurran al viento y montañas exuberantes a lo lejos. Es un escenario de vida y conexión humana.

Este rincón paradisíaco, se encuentra en la parroquia Quingue del cantón Muisne, provincia de Esmeraldas, donde el aroma a tierra húmeda y sal marina, denotan la cercanía del mar y la selva. Los sonidos de la naturaleza son una sinfonía. El canto de las aves y el murmullo del río cristalino se une al suave vaivén de las olas. Cada paso que se da acerca más a un mundo donde el tiempo parece detenerse.

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“Caimito es un sueño hecho realidad. Desde mi llegada, su magia y el sonido suave del agua me han llevado a una relajación total. Bañarse en el río tras una caminata es increíble,” comenta Ana Guzmán de Quito.

El río serpentea entre rocas y bosques, mostrando peces que nadan en sus claras aguas. Al estar junto a él, su melodía nos invita a la reflexión y al descanso.

En el camino, lugareños acogen a los visitantes con sonrisas y comparten historias, mostrando una fuerte conexión con la tierra y entre ellos. “Como guía, me enorgullece mostrar nuestra tierra y su historia. Me encanta ver cómo la gente se conecta con la naturaleza“, explica Gregory Palma.

El sabor de la tradición

No se debe dejar Caimito sin degustar el chocolate artesanal de Charito. En su hogar, los aromas del chocolate envuelven y cada sorbo trae consigo felicidad y tradición. “Es más que chocolate, es un legado de amor y dedicación,” dice Charito.

“La naturaleza en Caimito es vibrante y pura, y su gente acogedora. Me sentí parte de algo especial,” describe Belén Micolta de Esmeraldas a este rincón de la costa ecuatoriana.

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