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Comunidades rurales de Quinindé afectadas por derrame de crudo claman por agua
En el recinto El Achiote, epicentro de la tragedia, las familias reclaman por la falta de agua, ya que los ríos están contaminados
Winter Chavarría, residente de El Achiote, vive en una finca de siete hectáreas donde cultiva cacao, yuca y plátano verde. Su vida dio un giro devastador el jueves 13 de marzo, cuando la rotura del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) liberó crudo al río cercano, contaminando su entorno y dejando a su familia, compuesta por otras seis personas, sin acceso al agua. Su hogar, ubicado a menos de cinco kilómetros de la zona cero, se convirtió en un lugar desolado.
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El río Achiote, el primero en recibir el impacto del derrame, llevó el hidrocarburo río abajo hasta alcanzar el Caple, el Viche y, finalmente, el Esmeraldas y el océano. La fuente de agua que alguna vez sustentó a la comunidad ahora es tóxica y está cubierta por un manto negro de crudo que fluye sin cesar.

Solo en esta zona, según los propios comuneros, unas 170 fincas y más de 300 familias se han visto afectadas por el derrame.
Winter se ve obligado a caminar dos horas cargando pesados galones para conseguir agua limpia en una vertiente lejana. "Quedaron en mandarnos un tanquero de agua y ya han pasado cinco días y el tanquero no aparece", lamenta mientras espera junto a otros comuneros respuestas y soluciones frente al campamento improvisado de Petroecuador, donde se coordina la reparación del daño.
La situación es crítica. Las plantaciones de Winter comienzan a morir debido a la contaminación y la falta de riego. Sin agua, la producción agrícola está paralizada, lo que afecta no solo a las familias, sino también a la economía local. Además, los habitantes de la zona enfrentan la escasez de recipientes para almacenar la poca agua que logran recolectar en vertientes no contaminadas.
María Guagua, otra residente afectada, relata que desde el inicio de la catástrofe, su familia de cinco miembros solo ha recibido un bidón y cuatro galones de agua, cantidad insuficiente para sus necesidades básicas. Esa pequeña provisión fue destinada a beber y preparar alimentos, pero ya se agotó.
Los efectos de la contaminación
El uso del agua contaminada del río Achiote se ha convertido en una medida desesperada para algunas familias. Doña Janeth Mora explica que su familia sigue utilizando el agua del río porque no tienen otra opción. Esto les ha traído consecuencias graves: su hijo pequeño padece afecciones respiratorias, mientras que otros miembros de la comunidad presentan diarrea y picazón en la piel. "¿Quién nos va a dar agua? Tenemos que usarla porque no hay otra cosa", declara con resignación.
El impacto del derrame no se limita solo al medioambiente, también está cobrando un alto costo humano. Janeth narra cómo ha tenido que gastar de su propio bolsillo para buscar atención médica, algo que considera injusto, dado que el daño no fue causado por los habitantes. Mientras tanto, su padre, vecinos y otros miembros de la comunidad siguen enfrentando enfermedades relacionadas con la contaminación, con síntomas como diarrea, dolor de cabeza, mareos, dolor de garganta y picazón en los ojos y la piel.
La incertidumbre y el abandono son sentimientos predominantes en El Achiote. Los habitantes esperan acciones concretas de Petroecuador, no solo en términos de limpieza ambiental, sino también en ayuda directa a las familias afectadas.