La misión fundamental de las Fuerzas Armadas no puede continuar siendo la defensa de la soberanía y la integridad territorial, y su actuación no puede estar supeditada a los estados de excepción que declare el gobierno de turno, porque el país dejó de tener conflictos limítrofes con sus vecinos y ahora enfrenta a organizaciones transnacionales y bandas criminales, que hacen inminente su intervención en la protección interna del Estado, en apoyo a la Policía Nacional.

El Ecuador debe empezar a repensar el rol de los militares, tanto en su estructura orgánica de sus tres ramas como en su formación y equipamiento táctico, porque no es lo mismo integrar, equipar y formar batallones para defender la heredad territorial que combatir el contrabando, el tráfico de drogas y los grupos delictivos transnacionales.

Se necesitan nuevos vehículos, armas y equipos de comunicación, pero también nuevas estrategias y una inteligencia integrada a la Policía que ayude a los uniformados a ejecutar acciones coordinadas y eficientes contra la violencia criminal.

El recorte presupuestario entre 2014 y 2022 debe revisarse, porque sin recursos tampoco podrán realizarse las operaciones conjuntas y coordinadas. El país demanda la protección de los militares; estos deben salir de los cuarteles a las calles.