El coronavirus está muy lejos de desaparecer en nuestro país, concretamente en Guayaquil, especialmente luego del reciente feriado octubrino, en cuya oportunidad muchos compatriotas creyeron, quizás, que la epidemia se había esfumado, algo parecido se creyó en España y otros países europeos, así como también en Estados Unidos y Brasil y otras naciones del continente americano.

En el caso concreto de Guayaquil, la ciudad ecuatoriana más azotada durante los meses de marzo y abril de este año, muchos porteños pensaron que la epidemia ya había sido controlada, y aparecieron los días feriados para visitar las playas y otros lugares turísticos, más que nada para “descansar” de tanto control ante la insuperable pandemia que arrasó, a fines del año anterior, desde Wuhan, hasta entonces una desconocida ciudad china.

Pero el COVID-19 no ha sido controlado. Y los anuncios a mediados de este año de que para el mes de octubre, a más tardar, ya estarían circulando por el mundo las nuevas vacunas gracias a la investigación de norteamericanos, rusos y chinos. Ya estamos a pocos días de que termine octubre y el peligro no ha sigo controlado y ni hay esperanzas de eso.

Entonces, en el caso concreto de la Perla del Pacífico, la tasa de contagios ha subido, lo cual preocupa.

Nuestros compatriotas luchan por la activación económica del medio en que vivimos, pero tengamos presentes los indicios de un rebrote. Y eso es muy preocupante.