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Opinión
Editorial: Un nuevo rumbo para la Iglesia
Quien asuma el liderazgo de la Iglesia no solo marcará el tono espiritual de los próximos años
La muerte del Papa abre un periodo de reflexión profunda para los más de mil trescientos millones de católicos en el mundo. No solo se trata del duelo por la partida de un líder espiritual; también se abre una etapa de incertidumbre y expectativa sobre quién será su sucesor y qué rumbo tomará la Iglesia bajo su guía.
El pontificado del Papa argentino (marcado por su cercanía humana, su estilo pastoral sencillo y también por tensiones internas y cuestionamientos externos) deja un legado complejo que será inevitablemente evaluado a la luz de los desafíos que enfrentará el nuevo vicario de Cristo. En un mundo sacudido por la polarización, el avance del materialismo y una cultura de inmediatez que relativiza lo trascendente, el próximo Papa deberá encontrar el difícil equilibrio entre la tradición y la renovación.
A lo interno, deberá también lidiar con las tensiones entre sectores conservadores y corrientes reformistas que conviven, no sin fricción, bajo el mismo techo.
Para América Latina (la región con el mayor número de católicos en el planeta) y especialmente para países como el Ecuador, donde la fe católica aún tiene un peso determinante en la vida social y cultural, la elección del nuevo pontífice no es un hecho menor. Quien asuma el liderazgo de la Iglesia no solo marcará el tono espiritual de los próximos años, sino que influirá en la manera en que millones de fieles encaren los cambios profundos e inciertos de un nuevo orden global.