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Opinión
Editorial: Día de los Inocentes
Según los textos de los evangelios del Nuevo Testamento de la Biblia, Herodes, tetrarca de Galilea, al recibir un mensaje secreto y supuestamente de origen mágico se informó del nacimiento del que sería el Mesías de los judíos; por lo que ordenó, tratando de eliminarlo, la matanza de los niños de días de nacidos en Belén, lo que se conoce como la ‘masacre de los inocentes’, que habría ocurrido tres días después del nacimiento de Jesús (ocurrido el 25), a quien no logró eliminar porque sus padres huyeron con el tierno niño a Egipto. De allí que cada 28 de diciembre se celebre el Día de los Inocentes, pero con un sentido más jocoso que trágico o histórico.
Y es que ‘inocente’ es una palabra con doble concepto. No es solo el que está libre de culpa (los recién nacidos lo son, naturalmente), sino también el personaje que se deja sorprender por los demás ante su exceso de confianza y, por ello, es víctima de las ‘inocentadas’ en días como hoy. Y es que a tales personajes se les da una noticia o información para que la comprueben y cuando se dan cuenta de que es falsa, por motivo de burla se les suele aplicar el alegre y burlón grito de “¡pobre inocente!”.
La propia prensa propició este juego divertido en una de las páginas del periódico, para que al buscar los lectores la relación o culminación de la noticia se encuentren con la consabida frase que los convertía en ‘inocentes’. Ojalá que tales ‘inocentadas’ no traten de aplicarlas ciertos políticos en esta temporada electoral.