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Opinión
Editorial: Mascarillas, pura lámpara
Ecuador, tierra del fácil olvido y del miedo temporal, solo cuando nos sentimos algo ‘paniqueados’. Las recientes fiestas de Guayaquil dejaron al descubierto algo que ya es de lo más común: nos olvidamos de las mascarillas y de la tan mentada bioseguridad. Y si usamos el protector y nos colocamos algo de alcohol o gel desinfectante, es solo para amagar, para que nos dejen entrar a uno que otro local a consumir algo y ya. A nadie parece interesarle de verdad ya el cuidado ante la tan temible COVID-19.
Tanto se ha criticado en redes sociales los videos donde se observa a multitud de personas en plena farra en Salinas o Montañita. Se genera un escándalo, se cuestiona la falta de controles y se reclama mayor atención a las autoridades. ¿Y el ciudadano qué? ¿No es obligación propia ser cuidadosos con nuestra salud y la de nuestra familia? Obvio que no se justifica llevar mascarilla en la playa, el problema no es ese, el asunto está en las aglomeraciones de personas en farras y eventos.
Pero llegaron las fiestas de Guayaquil y poco o nada se ha dicho de la aglomeración de personas en el malecón Simón Bolívar y en la avenida 9 de Octubre, por donde se veía a familias enteras, unos cuantos con mascarillas, otros que la llevaban bajo su barbilla y muchos más como adornos en sus manos o guardadas en sus bolsillos o carteras. Igual ocurrió en eventos públicos y pagados que acogieron a miles de personas: ‘pongámonos la mascarilla para entrar, sino no nos dejan’.
Y ocurre justo cuando las autoridades anuncian que se ha disparado el índice de contagios entre niños, aun en países con alto porcentaje de adultos vacunados.