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¿Socorrer o no a la víctima de un ataque armado?
El miedo o morbo suelen aparecer en la escena de un crimen, pero si la víctima sigue con vida, expertos exhortan a ayudar sin pensarlo tanto.
La muerte del fiscal Édgar Escobar, suscitada el pasado lunes 19 de septiembre en el centro de Guayaquil, desató el debate sobre ayudar o no a una persona agonizando.
Las reacciones ciudadanas suelen basarse en el miedo, porque se piensa que lo pueden involucrar en delitos o que los gatilleros retornarían a culminar el ‘trabajo’, y en la falta de empatía, tomar fotos y grabar videos, en lugar de auxiliar a la víctima.
Según el coronel Mario Corrales, exjefe de Criminalística, si la persona está con vida se le puede ayudar, teniendo cuidado de no alterar la escena del delito, y se debe coordinar con las entidades de socorro como Cruz Roja, Cuerpo de Bomberos.
“La gente y policías pueden actuar de buena fe, lo llevamos en camioneta, se muere en el camino; siempre va a ver un tercero que reclame por qué no le dejaron allí. Y la posibilidad que el autor material regrese es una generalidad, ellos lo que tratan es de huir del sitio”, manifiesta el policía retirado.
¿Y el miedo a ser involucrado? “Ayudar no es delito, es un principio moral. Cuando hay un occiso allí sí no lo puedo tocar”, precisa el fiscal César Peña, quien asevera que un sujeto puede retornar al punto y terminar la ‘vuelta’ cuando la zona es apartada, sin policías ni cámaras de videovigilancia.
Cadena de supervivencia
En estos casos hay un protocolo, sostiene el doctor William Muñoz, jefe de la división de ambulancias del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, servicio de emergencias médicas.
Lo primero que se debe de hacer es llamar al 911, hay galenos 24 horas. Ellos darán indicaciones telefónicamente hasta que llegue la ambulancia. El médico le preguntará si está en el sitio y si puede colaborar.
Usted debe reconocer dónde están las heridas (cabeza, extremidades, etcétera); luego debe tratar de parar la hemorragia (torniquete, presión, vendaje).
Para finalizar, cerciórese si está consciente o no y cúbralo para evitar el morbo y conserve el calor.
Filmar, fotografiar o llamar
¿Por qué sacamos el celular para registrar el hecho y no para llamar a emergencias? Esta actitud tiene relación directa con el morbo construido progresivamente en el ámbito de las redes sociales, dice el sociólogo Gabriel Castro.
“Esto muestra la descomposición social de valores humanos básicos. Nos muestra una sociedad que está enfermando gravemente en su sistema de percepción de lo sensible y lo correcto, y en oposición a esto, aflora la ansiedad y excitación de espectar lo escabroso y violento como alimento visual", considera Castro.
Desde la psicología social se plantea que ese abocamiento por observar los hechos violentos en otras personas, es resultado de manejar emocionalmente eso que nos atemoriza o aterra y saber que este evento no ha pasado en nosotros.
Pérdida de la capacidad de asombro
Para el sociólogo, la popularidad y la primicia en redes sociales ha promovido un desmesurado e incontenible deseo de ser el 'coprotagonistas' del suceso acontecido, independientemente del hecho.
Por otra parte, la pérdida de la capacidad de asombro, como componente de la degradación social en la 'normalización de la violencia' propone una actitud insensata e insensible por parte de las personas, dice el experto en sociología.
El cine hace lo suyo
La cultura de la violencia cinematográfica también ha hecho su parte en el inconsciente del individuo. “La distorsión de la realidad por la ficción crea un ambiente surrealista de aceptación de la violencia y la no distinción del significado de la vida en el sentido de la protección y el derecho a disfrutar de ella”, concluye Castro.