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Leida Guerrero es hipertensa y la incertidumbre de qué pasará con su casa le afecta en su salud. Admite que de la ira pasa a la tristeza.Amelia Andrade /EXTRA

Moradores de la Calle 8 del Cristo del Consuelo siguen afectados emocionalmente

La ira, decepción y miedo se ‘mudaron’ a este barrio del suburbio porteño. Al mes del ataque explosivo, moradores no pueden dormir y se sienten burlados de las autoridades.

“El 14 de agosto me atacaron los nervios. Al día siguiente fui a mi radioterapia, tratamiento para el cáncer de mama que padezco y me desmoroné”, cuenta María Gis (68 años), quien hace tres décadas habita en la Décima, entre la H y la I, más conocida como la Calle 8, del Cristo del Consuelo.

Gis asegura que no es la única perjudicada emocionalmente por la explosión suscitada hace más de un mes en este popular barrio del suburbio de Guayaquil.

Su sobrino nieto, de 5 años, tiene ansiedad, no quiere ir al baño solo, ni entra al cuarto en el que se reventaron los vidrios. “No quería comer y presentaba náuseas, ahora está con psicólogo”, cuenta María.

Jacob, un niño de 6 años, tiene miedo desde el atentado, menciona Ángel Sinisterra (26), su vecino, quien confiesa que algunos han pasado por sus curaciones personales, pero indica que es urgente la ayuda psicológica.

Sinisterra cuenta que algunos moradores aún no duermen bien y que los que han sufrido lesiones graves están muy afectados.

Uno de ellos es Herlinda Arroyo, quien sufrió un trauma ocular. “Perder un órgano (ojo) no es fácil de afrontar, gracias a Dios ella cuenta con el apoyo de su familia. Desde el ataque ella no ha querido venir al barrio”, precisa el morador.

Familiares de María aprendieron ‘a las bravas’ la albañilería, no hay billete para otros trabajadores.Amelia Andrade /EXTRA

Esfuerzos derribados

Según Sinisterra, haber presenciado el atentado, a los cinco muertos y más de 20 heridos, impactó en las emociones de los residentes, pero también les pegó duro que el fruto del trabajo de generaciones se viniera abajo.

“La casa de Roxana (fallecida), las bases las puso su mamá. Primero fue de caña, luego su hija le puso cemento e hizo un segundo piso. Ver el esfuerzo caído, deprime”.

En casa de María Gis (de dos pisos) viven cuatro familias. Ella está a cuatro casas de la zona cero, se le dañaron los ventanales, algunas paredes se cuartearon. Afirma que ninguna autoridad le prestó ayuda y no le quedó de otra que costear los gastos de la reparación.

“No gasté ni cien dólares, pero fue porque solo compré los materiales, la mano de obra fue gratis, mi hermano y sobrino trabajaron, pero tocó aprender”, señala Gis.

Familia separada

La casa de Sonia Vernaza (49) es otra de las afectadas, pero eso, por el momento, no le importa. Su prioridad son su hijo Joffre (31) y esposo Joffre Arroyo (57), quienes desde el día de la detonación, 14 de agosto, están recluidos en el Hospital Abel Gilbert.

A su vástago le amputaron la pierna izquierda y tiene una herida en la cadera derecha. Su pareja debe de ser operada de la misma extremidad que se fracturó. Además, ambos tienen una bacteria.

En su residencia vivían siete personas, todas ‘alzaron vuelo’. “Mis dos nietos y nuera se fueron con la mamá; la sobrina de mi esposo se fue con otro pariente. La familia se separó”, menciona con pesar.

En este hospital están los parientes de Sonia Vernaza.Christian Vásconez / EXTRA

Asimismo, confirma que ella fue una de las beneficiarias del bono de contingencia de $ 265,33, entregado por el Gobierno a los damnificados.

“Solo me alcanzó para las medicinas y exámenes, en el hospital no hay nada. Ese dinero llegó y se fue. Toca hacer bingos para cubrir los gastos de salud”, reniega Sonia, quien se siente burlada por las autoridades y el incumplimiento de sus promesas.  

Ofertas

1. Prometieron seguridad en el sector.

“Hay un patrullero en la puerta de mi casa, ¿para qué? Solo están dentro del carro con aire”, dice Gis.

2. Entrega del bono de contingencia.

“Fue entregado a 15 personas, a la mamá de Roxana (fallecida) no le dieron. A quienes reciben otro bono no le dan”, señala Sinisterra.

3.Reubicación de dueños de viviendas totalmente dañadas.

“Gente del Miduvi tomó fotos de los daños, se hicieron censos, pero hasta ahora no hay una ayuda concreta”, indica Vernaza.

4. Asistencia psicológica.

“Solo vinieron las primeras semanas, de allí no regresaron más para preguntar cómo estamos”, expresa Sinisterra.