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Esmeraldas: Viven pesadillas por sus hijos decapitados
Dramáticos testimonios de tres madres, en Esmeraldas. Una sueña con su vástago, quien le pide que no deje de rastrear sus restos
María (nombre protegido) no puede olvidar el desgarrador momento cuando entró al Centro de Medicina Forense de Esmeraldas para verificar si la cabeza que había encontrado la policía era la de su hijo, de 35 años, quien se dedicaba a la elaboración y venta de pan en el sur de la ciudad.
La mujer, de 68 años, vio en redes sociales que los uniformados habían hallado una cabeza humana en el sector San Rafael, sur de la urbe, el 8 de marzo de 2023, y como su vástago se encontraba desaparecido hace dos días, fue a ver si se trataba de él.
Y así fue. La cabeza era de su hijo Óscar, lo reconoció por un lunar que tenía en la frente. “Ese ha sido el peor momento de mi vida. No tiene idea el impacto que significa ver la cabeza de su hijo, que dos días antes lo había visto bien; nunca me voy a recuperar de eso”, comenta la mujer, quien pidió ocultar su identidad por temor a represalias.
Esa tarde, María sintió que el mundo se le venía encima, no sabía si llorar o gritar. Se mareó un poco, sintió que se desmayaba, pero sacó fuerzas de donde no las tenía para seguir en pie.
Ese fue el comienzo de una interminable angustia que la invade todos los días, pues no ha podido darle cristiana sepultura a su hijo porque no aparece el resto del cuerpo. Esa cabeza es una de las 10 que esperan por el resto de sus extremidades en los fríos compartimentos del Centro Forense.
LE PIDE QUE LO BUSQUE
María está convencida de que el alma de su hijo no descansa en paz. Ella sueña con él todos los días. Según cuenta, en sus sueños, él le dice que no se rinda, que busque las otras partes de su cuerpo y que lo sepulte junto a los restos de su padre, quien falleció hace cuatro años aproximadamente.
“Yo quiero hablarle y tocarlo en el sueño, pero no puedo. Solo puedo escucharlo y me dice que, por favor, busque las otras partes. Pero yo soy una mujer pobre, sola, cómo voy a buscarlo. Ya me resigné a esperar a que aparezcan las otras partes”, asegura María mientras contempla el cielo sentada en el balcón de su casa de madera, ubicada en un barrio popular del sur de Esmeraldas.
Ella vive con su hija y su yerno, quienes la acompañan en su dolor y angustia que se incrementa con el paso de los días, debido a que sigue sin tener pistas de las otras partes del cuerpo de su hijo.
La mujer se inquieta cada vez que suena su teléfono, pues guarda la esperanza de que algún día la llamen para decirle que las han localizado.
“Cada vez que dicen que encontraron un cuerpo, el corazón se me quiere salir. Aunque reconozco que a estas alturas ya debe ser puro hueso, pero no importa, así sean los huesos, los quiero para enterrarlos y que descanse en paz”, dice desesperada.
VIVIENDO ENCERRADAS
Viviana (nombre protegido) es mamá de uno de los tres jóvenes cuyas cabezas fueron abandonadas dentro de fundas de basura en el barrio 50 Casas, el pasado 22 de marzo de 2023, las cuales fueron halladas cuando perros olfateaban los paquetes.
Ella confirma lo que le dijo a la policía cuando reconoció la cabeza de su hijo. “Él andaba en malos pasos, era miembro de una banda, pero no pude hacer nada para corregir su vida”, se lamenta.
Ahora, la señora vive entre pena y el susto. Pena porque perdió a su hijo de la forma más sanguinaria, pues la cabeza tenía signos de tortura y disparos a la altura de la frente; y susto porque teme por la vida de su otra hija y sus nietos, que viven con ella. Por eso pasan encerrados en su casa, ubicada en un barrio del sur de Esmeraldas. Solo salen de su casa por lo necesario.
entre el 5 de marzo y el 3 de abril de 2023
“Nos ha tocado encerrarnos por seguridad, la gente con la que andaba mi hijo es mala que no le importa matar por venganza. Es triste que lo hayan matado a mi hijo de esa forma”, alcanza a decir entre sollozos.
Esta madre tampoco ha podido darle cristiana sepultura a su descendiente porque, al igual que los otros, el resto del cuerpo no aparece. La cabeza continúa en el Centro Forense.
Doña Viviana dice que el no haber podido enterrar a su hijo le ha provocado insomnio y ansiedad. “Duermo dos horas y se me quita el sueño, es un infierno vivir así”, comenta.
LA BIBLIA, SU REFUGIO
Carmen también vive un drama similar al de Viviana y al de María. Su hijo desapareció el viernes 17 de marzo de 2023 y el domingo 19 hallaron solo sus brazos dentro de una funda negra, en el sector San Rafael.
Al joven lo identificaron por las huellas dactilares, pero su madre confirmó que eran restos de su hijo por un tatuaje en su brazo derecho.
Desde entonces su vida se volvió una pesadilla. No puede dormir más de tres horas consecutivas, ha perdido el apetito y la Biblia se ha convertido en su refugio.
“Los brazos de mijo siguen en la morgue, no pierdo la esperanza de encontrar el resto de su cuerpo y eso se lo pido a Dios todos los días”, asegura Carmen con las Escrituras en la mano.
Ellas son tres madres que viven una pesadilla por la violencia que azota a la provincia de Esmeraldas, donde unas víctimas han sido decapitadas, desmembradas.
FAMILIARES SUFREN ALTERACIONES
El psicólogo esmeraldeño Édison Valencia asegura que la muerte es un acontecimiento natural de la misma forma en que lo es el nacimiento, pero cuando es de forma violenta que incluye decapitación y/o desmembración, el proceso de recuperación para los familiares será más lento.
“La persona podría experimentará insomnio o pesadillas, pánico, ansiedad y esto daría como resultado un estrés postraumático”, enfatiza el profesional de la salud mental.
El impacto de estos eventos es muy fuerte y pueden generar una variedad de alteraciones a nivel de la salud mental.
Las familias deben recibir apoyo psicológico de forma permanente.
El tipo de psicoterapia a utilizar, según Valencia, dependerá de las características del paciente en cuestión, el apoyo familiar y de la comunidad será de gran importancia. (LCh)
ENFRENTAMIENTO ENTRE BANDAS
Distante de las pesadillas que viven los parientes de los descuartizados, varios de los cuales se han registrado en el sur de la ciudad de Esmeraldas, la policía atribuye que esta crueldad es resultado de una guerra entre grupos criminales por el territorio para la venta de sustancias ilegales.
“Presumimos que estos eventos son por amenazas y disputa de espacios para sus negocios fuera de la ley”, sostuvo el coronel Edwin Campoverde, jefe del Distrito de Policía Esmeraldas.