“Si logro coger el bus, estaré en Costa Rica entre una o dos de la mañana (del día de San Valentín). De ahí me toca esperar a que otro bus nos recoja”, fueron las últimas palabras que Wilmer Pantoja, de 27 años, le dijo a su hermana Elizabeth antes de que el automotor en el que viajaba en Panamá se accidentara.

Pantoja es una de las 22 víctimas ecuatorianas del siniestro que se registró en Chiriquí, provincia de esa nación, el pasado martes 14 de febrero. En aquel automotor iba un total de 66 migrantes de diferentes nacionalidades.

“Mi hermano salió de Atuntaqui (Imbabura) junto con dos amigos el martes 7 de febrero. Lo hizo vía terrestre y para llegar a Panamá había viajado en bote, pero no sé desde qué país”, contó Elizabeth a EXTRA sobre su ñaño que buscaba el sueño americano.

Wilmer y los demás amigos cruzaron la temible selva panameña del Darién. Como prueba de vida, el hombre envió una foto en la que aparece con los ‘panas’ con rumbo a tomar el autobús de la muerte.

La noticia

Uno de los acompañantes de Wilmer ya había vivido en Estados Unidos y la intención era buscar trabajo entre todos. Pero eso se truncó con el siniestro que dejó 39 fallecidos completamente destrozados.

Para William Murillo, director de 1800 Migrante, la forma en la que se dio el accidente da mucho para indagar. “Estamos preocupados por el involucramiento del Gobierno panameño por el traslado de indocumentados hacia la frontera con Costa Rica. Una cosa es dar ayuda humanitaria y otra es hacer negocio con la desesperación de los migrantes”.

Elizabeth y su familia se enteraron del accidente a través de las noticias. Cuando quiso contactarse con Wilmer, ya no hubo respuesta. “Un primo llamó a un número de Panamá y le dijeron que mi hermano estaba en la lista de los muertos, pero hasta ahora no nos han confirmado nada. Sabemos que uno de los amigos sí falleció”, dijo la joven angustiada.

Acotó que las autoridades ecuatorianas no le han ayudado para confirmar la veracidad de la información sobre su pariente. “Él también tiene la nacionalidad colombiana y por eso no nos quieren auxiliar. Estamos desesperados porque no sabemos nada”.

Los traslados

Wilmer trabajaba en una panadería. Pero por la situación crítica que atraviesa el país, él decidió viajar para darle una mejor vida a su esposa e hijos, de 6 y 3 años. “El más grandecito pregunta por él y todos lloramos”, contó la hermana de la víctima.

A decir de Elizabeth, su ñaño viajaba con 700 dólares y también con un millón de pesos colombianos. Sin embargo, no sabe cómo iba a desembolsar ese dinero durante su traslado.

Según Gabriela Becerra, coordinadora de comunicaciones de la respuesta migratoria World Vision International, los migrantes están expuestos a una serie de ‘ofertas’ para ser trasladados. “Hay quienes pagan en las diferentes casas cambiarias que hay en los países que recorren. Otros, en cambio, dan el dinero en un solo pago”, detalló.

Ahora, lo único que pide la familia de Wilmer es que lo traigan de vuelta con los demás compatriotas.