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Farándula

Virginia Limongi: “Soy una mujer necia”
La presentadora manabita muestra su lado más humano y familiar fuera de cámaras. Habla de su crecimiento en televisión, las críticas y sus seguidores
Fuera de cámaras, Virginia Limongi se muestra como una mujer sencilla y descomplicada. El maquillaje y los peinados elaborados quedan a un lado cuando está en casa: su tiempo lo dedica a ella misma, a su familia y, especialmente, a su hija, Virginia María. No duda en definirse como obstinada y “necia”, rasgo que también marcó su ingreso a la televisión, hace tres años, cuando se sumó al equipo de En Contacto.
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Fue entonces blanco de críticas por ser nueva en ese ámbito. Lloraba todos los días, pero nunca pensó en rendirse. Hoy, agradece a quienes le tendieron una mano y la motivaron con frases que aún guarda con cariño.

En esta conversación con EXTRA, Virginia habla de su crecimiento en la pantalla, sus aciertos, sus planes y, sobre todo, de esa manabita que está detrás del televisor.
- Encabezas el segmento Supermodelo 2025, muy cerca de las pasarelas. ¿Volverías a los reinados de belleza?
No, no, no. Ya me gradué de eso. Estoy feliz con mi hija, ya viví esa etapa. Creo que cuando una ve una oportunidad, debe aprovecharla al máximo. Los concursos de belleza me dejaron muchas lecciones, disfruté cada uno, y tanto el Miss Ecuador como el Miss Universo fueron etapas valiosas. Pero, ¿para qué repetir el mismo libro si ya sabes cómo termina?
- ¿Eso significa que ahora quieres enfocarte en cosas nuevas?
Exacto. Quiero invertir ese tiempo en explorar nuevas oportunidades. No puedo contarte mucho aún, porque después se me aguada el plan (risas).
- Un productor en Estados Unidos quedó encantado con tu trabajo. ¿Te mudarías a trabajar allá?
Puede ser... no lo sé. Nunca me cerraría a una oportunidad así. Claro que lo pensaría mucho, sobre todo por mi hija. No es solo cumplir un sueño, es reorganizar toda una vida. Sacarla de su entorno, su rutina, su familia... No es lo mismo vivir en Ecuador que en Estados Unidos.
- Hace cuatro años fuiste criticada por tu forma de presentar. Si pudieras, ¿qué le dirías a esa Virginia que se quedó pese a todo?
Más que a mí, le hablaría a toda persona que empieza sin saber mucho y enfrenta un camino difícil, lleno de críticas: todo pasa. Las críticas, si las sabes escuchar, te ayudan a construir tu propio camino. Ese primer año fue durísimo: lloré todos los días y pensé en renunciar muchas veces. Pero soy necia. No me gusta no poder con algo, aunque no sea mi pasión. Y agradezco a quienes me sostuvieron, a los que me levantaron el ánimo con un mensaje o una palabra. Gracias a ellos, hoy brillo.
- Tienes una comunidad fuerte de seguidores, tus ‘Amixes’. ¿Qué significa para ti ese vínculo?
¡Soy bendecida! Hay quienes dicen que estoy loca, pero no, estoy agradecida. Es increíble cómo alguien que no te conoce en persona te quiere tanto. Me mandan remedios naturales cuando estoy enferma, se preocupan por mi hija... Y sí, cuando me vieron comprando en la Bahía, me dijeron que me vieron la cara (risas). Pero me lo tomo con humor. Yo también intento retribuirles ese cariño. Esto es de doble vía. Siempre les digo: si me ven, salúdenme. Eso sí, si me ven manejando, háganse los locos porque manejo rápido (risas).
- ¿Quién te aterriza cuando la fama se sube a la cabeza?
Mi familia. Siempre. No tienen pelos en la lengua para decirme: “mi hijita, bájese de esa nube”. Recibo muchos halagos y, claro, uno se puede hinchar un poquito. Pero ellos siempre me recuerdan de dónde vengo. Mi hermana, por ejemplo, es la primera en hacerme bullying. ¡La vida me preparó para eso con mi familia, te lo juro!
- Eres descomplicada. Trepas árboles en tacos, haces cascaritas...
Tal cual. En mi casa estoy sin maquillaje, desarreglada. Trato de aprovechar cada momento con mi hija y mi familia. Si me ves maquillada, es porque estoy trabajando. En casa soy otra: moño, pelos por fuera y comodidad ante todo.
- En redes sociales no faltan los comentarios malintencionados. ¿Cómo lidias con eso?
He aprendido que la gente tiene derecho a opinar. El problema es cuando la opinión se convierte en ‘hate’ (odio). Pero tú decides si le das cabida. Nadie entra a tu casa si tú no le abres la puerta.
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