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Farándula
El teatro se muere
Colectivos están preocupados por la situación actual. Aseguran que con el aforo no logran recuperar la inversión de los montajes.
En Quito, los teatros abiertos se cuentan con los dedos de una mano. La realidad que viven estos espacios y actores, productores, guionistas, técnicos y demás trabajadores, es sumamente crítica.
Así lo confirma la productora y actriz Cristina Rodas. El 30 % de aforo permitido no les permite siquiera recuperar la inversión realizada para el montaje de una obra. “Si la motivación de los artistas fuera económica, los teatros estarían cerrados, pero es mucho más que eso, seguimos por la necesidad de trabajar, de ejercer la profesión”, describe.
Esa misma crítica fue llevada por Rodas a las redes sociales. “Pensé que si pongo en Twitter, capaz alguna autoridad lee”, agrega.
Jamás imaginó el impacto que tendría su publicación. En menos de un día alcanzó cerca de 1.500 reacciones. “Lo que nos apena es que no se ha hecho un análisis puntual de los teatros. Se nos ha metido en el mismo saco de otras actividades que no tienen que ver”.
En los teatros que están bajo su supervisión las medidas de bioseguridad son permanentes y más estrictas. Además de la desinfección de la sala antes y después de la función, se cumple con el distanciamiento social normado.
Difícil de sostener
Rodas insiste en que la situación se ha vuelto insostenible. Existen trabajadores del teatro que “preparan comida o se dedican al taxismo”. Muchos grupos, colectivos y salas han cerrado sus puertas y no por la falta de creatividad, pues se han adaptado al teatro online, pero tampoco justifica los esfuerzos y la inversión.
Alejandro Lalaleo, creador del Microteatro UIO, coincide con Rodas en que la actividad no puede continuar de esa forma.
Incluso cuestiona el funcionamiento de otros espacios de mayor exposición para coronavirus, como los gimnasios en los se está operando con el 50 % de aforo. “La gente suda, se saca la mascarilla, toca las máquinas. Ahí el nivel de exposición sí es alto, en el teatro no”, dice.
Algo en lo que Lalaleo hace énfasis es que la actividad para el colectivo es un trabajo y no un pasatiempo. “Nos dicen bueno, ‘cambien de profesión’. Y esto no es así, hemos venido años luchando como para botar todo a la basura”.
La actriz Juana Guarderas, encargada del Patio de Comedias, también apoya lo que manifiestan sus colegas. Durante marzo y abril de este año su teatro mantuvo cartelera presencial. Sin embargo, en mayo con las nuevas restricciones, todo se vino abajo nuevamente. “Estamos pensando volver a una cartelera presencial en junio. Con lo que hacemos actualmente no se recupera ni la inversión”, refiere.