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Carlos Menéndez: "Me gustaba vestirme de mujer más que de hombre"

Carlos Menéndez creció en la más completa carencia, desafió todos los obstáculos y llegó a convertirse en una figura destacada de la danza.

De la carencia a la gloria. En su infancia, Carlos Menéndez tuvo tantas limitaciones económicas que ser un gran bailarín y coreógrafo era un sueño lejano. Con lo que su papá ganaba como chofer y su mamá lavando ropa ajena, apenas la familia tenía para vivir. Pero todo cambió para él cuando acompañó a una amiga a una presentación de baile y quedó impactado con la magia de la danza.

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A los 10 años se inscribió en una escuela de arte en secreto, temiendo ser cuestionado por su padre y peor aún que descubriera su orientación sexual. Así comenzó a tejer su historia, desafiando al destino para alcanzar el éxito, pero sin la presencia de su madre, quien había huido de un hogar marcado por el abuso y la violencia de su pareja.

A LA GRAN CIUDAD

La familia se mudó a Guayaquil en busca de un futuro mejor, dejando atrás su tierra natal Portoviejo (Manabí). “A pesar de las necesidades económicas, nunca me consideré pobre, porque pobres son las personas que no tienen amor y yo lo tuve en abundancia. Mi infancia fue linda y muchas veces la extraño”, confiesa Carlos, cuya historia no está exenta de dificultades. 

Él y sus tres hermanos presenciaron cómo la familia se desmoronaba. A los 7 años, su madre huyó de su violento padre, quien la agredía cuando estaba alcoholizado, por lo que ella tenía que buscar refugio en la vecindad, temiendo por su vida.

Su madre tuvo que huir de la violencia de su padre, pero Carlos no lo juzga, ya que después de la separación, él se 
dedicó por completo a sus hijos.

Lo más asombroso es que al día siguiente, el hombre actuaba como si nada hubiera sucedido. “Como padre, no me quejo; siempre estuvo ahí para sus hijos. Incluso después de la separación se encargó de nosotros y se negó a casarse o formar otra familia. Vivió para sus hijos, dejando atrás esa etapa de destrucción y abuso”, aclara Carlos. 

Incluso -cuenta entre risas- que la única vez que se alegró de ver a su padre con machete en mano fue cuando la familia materna pretendió llevárselos a él y a sus hermanos. “Un vecino lo llamó al trabajo y los sacó a todos, incluso a mi abuela, que como si fuéramos unos perritos quería repartirnos con diferentes parientes”.

PASIÓN POR LA DANZA

Carlos recuerda que su encuentro con la danza se dio cuando tenía 10 años y acompañó a una amiga que estudiaba en la academia Raymond Mauge y vio bailar a un chico. 

“Yo creía que la danza era solo para mujeres, después de eso me inscribí y comencé a estudiar en el Teatro Centro de Arte, donde me dieron una beca. Me iba a escondidas de mi papá todas las tardes, yo me creía astuto, pero él era más y me descubrió, eso fue un año y medio después de que inicié”.

El peor de sus temores se había dado, pero para su sorpresa lo apoyó, con la condición que terminara sus estudios de contador público. Y así lo hizo. “Mi miedo en realidad era que descubriera que soy gay, aunque creo que siempre lo supo, pero nunca me dijo nada, al contrario, me apoyó y ya después era él quien me llevaba a las clases”.

Pero lo más gracioso -agregaera que sus compañeros llegaban en unos carrazos y él lo hacía en el carro que manejaba su padre de la camaronera en la que trabajaba.

VESTIDO DE MUJER

Con el pretexto de la danza, Carlos disfrutaba disfrazarse de mujer. 

“Aprovechaba el carnaval y me vestía de garota, en la casa me ponía la ropa de mis hermanas, hasta que un día mi papá abrió la puerta y me vio. En realidad yo andaba más vestido de mujer que de hombre. Y me veía feísimo, que es lo peor”. 

A los 18 años se graduó de bailarín e ingresó a trabajar en la compañía Danzas Jazz, donde comenzó a ganar dinero. “No podía creer que estuviera ganando tanto, pero mientras los demás se iban de viaje y gastaban en ropa, yo seguía con las mismas hilachas, después de tantas carencias mi vida cambió”. 

Su mayor temor era que su padre descubriera su orientación sexual, aunque cree que siempre lo supo, nunca lo cuestionó, lo que recibió de él fue apoyo y cariño.

Su entrada a la televisión fue como bailarín de Paola Farías, quien iniciaba su carrera musical. De ahí pasó a ser coreógrafo en el reality ‘Bailando por un sueño’, en Gamavisión. 

“Gané todas las temporadas, solo en la última no estuve porque viajé con Juancho López a participar en México, donde también ganamos. En aquel entonces yo trataba de ocultarme y parecer varonil, por lo que fingía y ponía voz gruesa”. 

Las cosas cambiaron cuando llegó al reality ‘Fama o Drama’ y el productor Jean Paul Prellwitz le dijo que fuera solo él, por lo que al sentir confianza decidió ser auténtico. “Para mi sorpresa la gente me aceptó”.

Así se convirtió en estrella de los realities, ya sea como coach o jurado. Llegó a ‘Sharon, baila la noche’, ‘Báilalo’, ‘BLN’, ‘Soy el mejor’ y actualmente en ‘BLN, el regreso’. Por su estilo punzante y directo es conocido como ‘la lengua karateca’, tal y como se la conoce a la vedette argentina Moria Casán, de quien se declara admirador. 

SIN SUERTE EN EL AMOR

A diferencia del éxito profesional, Carlos Menéndez reconoce que en el amor nunca le ha ido bien. “Es como una maldición, pero creo que en parte es porque soy muy entregado a mi trabajo, actualmente tengo ocho escuelas de baile, la última la abrí en Quito hace dos meses”. 

Además, no le gusta que la pareja ande pegado a él, prefiere su independencia y confiesa que desde hace tres años está sin pareja. “No es algo que me quite el sueño tener alguien al lado, lo que quiero es asegurar mi futuro, ya no soy un jovencito y quiero poder disfrutar del fruto de mi esfuerzo, estando regio y bien puesto”. 

Su determinación y amor por la danza lo llevaron de no tener nada a la grandeza. “¿Qué más puedo pedir? La verdad es que estoy viviendo la mejor etapa de mi vida”.

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