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Farándula
Asambleístas recuerdan sus apodos de la infancia
Asambleístas recuerdan los sobrenombres con los que los llamaban cuando eran niños. A Rodrigo Fajardo, Suco o el Choza; a Marjorie Chávez, Puchi, y a Fernando Villavicencio, Chucky y Adu.
En casa, al asambleísta Rodrigo Fajardo lo llamaban Suco. El cabello rubio y los ojos azules que conserva el parlamentario de la Izquierda Democrática (ID) permitieron que ese apodo sobreviviera al paso de los años.
Pero la melena dorada que le dio ese sobrenombre familiar causó también que en el ‘cole’ le dijeran el Choza. “Nunca me molestaron los apodos, siempre sentí que eran con cariño”, describe.
Hoy que ve las fotos de su infancia recuerda con ternura al niño con corte ‘honguito’ que -como todos los chicos de la época de los noventa- seguía la moda de Salserín.
Ni siquiera cuando Fajardo llegó a la secundaria, abandonó el pelo largo o, al menos, no lo hizo hasta quinto curso. “Aposté que ganaba el Emelec y me tocó quedar ‘cocolo’ porque perdió. Lo bueno es que mis amigos también se raparon”, describe.
Aunque el legislador nació en Cuenca y siente mucho apego por el equipo local, los negocios familiares lo mantuvieron muy cercano a Guayaquil, así que cuando vio al Bombillo del 94, se convirtió en hincha. Al llegar a la universidad, ese ‘mote’ del Choza quedó en la historia.
El parlamentario cuenta que, a lo largo de su vida, tampoco se ha salvado de los sobrenombres relacionados con su baja estatura. “Me decían enano o chiquito, pero uno no debe tomárselo tan personal. Si uno no se quiere como es, ahí sí hay un problema”, menciona.
Es por eso que él mismo bromea sobre el largo de su nariz. “Les digo que es un botoncito”, acota.
Puchi, la muñeca
Hay muchos en el entorno cercano de la asambleísta Marjorie Chávez que no saben su sobrenombre. Desde que la legisladora del Partido Social Cristiano era una bebé, su madre la llamó Puchi, de modo que sus amigos y familia le decían de esa manera.
“Mi mami cuenta que me parecía a una muñeca que se llamaba Puchi, que era bonita, algo así como un ‘Cicciobello’”, relata.
Ahora, Marjorie se siente rara cuando sus allegados la llaman de otra forma. “Hasta hoy nunca se ha filtrado ese apodo, pero después de la entrevista ya todos lo sabrán”, detalla.
La asambleísta describe que Puchi es parte de su identidad y que estuvo tan presente hasta en las tarjetas de cumpleaños. Incluso ahora en los mensajes de texto que le envían sus familiares, la llaman así.
El ‘pana bacán’
El legislador Fernando Villavicencio toma con humor el que en el Pleno le hayan puesto el apodo de Chucky (el muñeco diabólico).
“Querían ofenderme o que me duela, pero yo creo que se sienten perseguidos por sus propias culpas”, menciona el legislador del partido Alianza Honestidad.
Para él, su trabajo en la Asamblea es “llevar luz” a quienes quieren quedarse en la oscuridad, en la ignorancia, dice.
Sin embargo, a Villavicencio no siempre lo compararon con un muñeco diabólico. Cuando era niño, vivía en una comunidad de Alausí, en Chimborazo. Allí lo conocían por su apego a los animales. “Me llamaban Adu, que significa ‘pana’, buena gente. Tenía un toro colorado que era mi amigo”, sostiene. En esos días, tenía una melena, similar a la que hoy lleva su hijo Martín.
Pese a que los colegas creen que el parlamentario es un tipo serio, él asegura que es un “bacán”. Incluso para Halloween planea “repartir glosas”, en vez de dulces, utilizando algo afín a su apodo de Chucky.
“El que me busca me encuentra... Las personas que me han hecho daño a mí o a mi familia, me han enjuiciado o han allanado mi casa, han tenido un pésimo final. Hay magia en la naturaleza”, concluye.