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¡Le regalaron unos ojos lilas!

Emerson Rubio, Quito
Parece una ninfa sacada de una fábula. Sus ojos son pura fantasía. Desde que cumplió los 15, Natalia Coello anhelaba dar un toque original a su fisonomía. De modo que decidió tinturarse las escleras (partes blancas) de los globos oculares con un tenue pigmento lila.

Esta técnica, conocida como ‘eyeball tattoo’ y que fue aplicada por primera vez por el australiano Luna Cobra hace diez años, llegó a Ecuador en 2015. Aquí su precursor fue Damián ‘Carnicero’ Erazo, un colombiano que prefiere no hacer honor a su alias y ya ha plasmado su “arte alternativo” en cuatro personas del país, incluida la propia Natalia.

El pasado mes de septiembre, la joven viajó a Orlando, Estados Unidos. Fue en aquella travesía donde conoció la historia de Grace Neutral, una mujer inglesa que vive convencida de que es un alien y, además, tiene ojos de color violeta, similares a los que hoy luce esta quiteña nacida en 1989. Su caso la inspiró para cambiar de apariencia.

El proceso de tinturarse los globos oculares es muy “costoso y complicado” en EE. UU., por lo que Natalia prefirió esperar hasta reunir el dinero.
Pero en noviembre conoció al ‘Carnicero’ cuando fue a modelar a Machala. Y este, tras quedar prendado de la muchacha, quiso tener un detalle con ella. “Me invitó a pasar la Navidad con su familia en Quindío, Colombia. Y como regalo me tatuó los ojos (en enero de 2016)”, relata Natalia, que ahora está embarazada de tres meses.

Aunque luce numerosos tatuajes anteriores, resalta que el proceso de dar color a sus ojos “fue sumamente diferente”. “Todo cambió para mí. La gente empezó a verme distinto, a tomarme fotos...”, detalla.

 A pesar de que hay quienes la miran con recelo, como si tuviera “una enfermedad” o estuviese “poseída”, ella adora atraer la atención de los demás y cree que el lila enciende su mirada. Está convencida de que solo tres personas más en todo el mundo eligieron su mismo tono. Otras se decantaron por el negro, el azul, el rojo...

Su madre entró en ‘shock’ cuando la vio por primera vez. Pero en la familia poco a poco aceptaron su decisión. El hecho de que, según ella, la técnica no haya afectado a su visión fue un alivio para sus allegados, ya que padece astigmatismo (curvatura irregular de la córnea) y usa lentes de contacto.
Como egresada en Derecho, es consciente de que quizás no pueda ejercer su profesión en ciertas empresas y despachos debido a la formalidad que suele rodear al ámbito legal. Pero parece asumirlo con bastante normalidad. Tal vez porque ya antes de concluir sus estudios, había trabajado en dos entidades del Estado. Pero entonces le bastaba con vestir prendas largas para cubrir los grabados de su piel: “Aún así, cuando se me veían un poco, siempre había ese estigma (...)de que era pandillera o alguna cosa de esas”.
Una habilidad

Damián lleva el sobrenombre de ‘Carnicero’ desde los 15 años, cuando se hizo el tatuaje de un demonio en la espalda por “rebeldía, por aparentar ser el más rudo...”.

Ahora tiene el 70 por ciento de su cuerpo con distintos grabados y, además de desarrollar su arte en esa rama, realiza perforaciones y modificaciones como los ‘eyeball tattoo’, que comenzó a llevar a cabo en 2014, tras formarse en Puerto Rico.
“Es un procedimiento delicado. Debe emplearse un pigmento igual al que se emplea para tatuar normalmente la piel (...). No puede estar adulterado. Eso podría causar daños irreparables como una infección o ceguera”, resalta.
Inicialmente probó esta novedosa técnica en “cerdos y vacas” y eso le dio seguridad para enfrentarse al primer procedimiento con personas en Pasto, Colombia. Aunque padece una  pérdida de memoria a largo plazo, sus habilidades sí quedaron grabadas en su mente.  
Damián tiene los ojos tinturados y la lengua bifurcada, como una serpiente. Una vez que proyecta sus obras, solo necesita unos quince minutos para pintar el globo ocular. Siempre usa jeringuillas de insulina.

LAS COMPLICACIONES
Según él, hasta ahora no se han registrado complicaciones severas en personas que se hayan tatuado los ojos. Pero sí admite que, en ocasiones, el pigmento se filtra a los párpados y  puede generar manchas. De ahí que prohíba dormir durante 12 horas a quien se somete a esta técnica.

“La persona no queda ciega, no cambia el color de la visión... Yo tengo mis ojos azules y la gente cree que veo azul, pero no es así”, manifiesta.
No obstante, recuerda que la gente con enfermedades graves de la vista como cataratas no puede someterse a esta modificación.

Especialista cree que entraña un riesgo “alto”

Según la BBC, la Asociación Americana de Optometría condena la práctica de los tatuajes oculares porque, aparentemente, existe un peligro de infección, inflamación e incluso ceguera.

El oftalmólogo Rodolfo Román precisa que someterse a esta técnica implica un riesgo “severamente alto” ya que, según él, no se conoce con precisión si las sustancias utilizadas son “totalmente estériles” o si hay garantías para administrarlas en el cuerpo, con la certeza de que se pueda combatir un posible proceso infeccioso o una reacción inflamatoria.

El especialista opina que si se recurre a una aguja de insulina para aplicar el pigmento en la esclera, existe la posibilidad de que se origine una endoftalmitis, “infección bastante grave que  puede destruir al globo ocular”.
La oftalmóloga María Belén Morales detalló que esta práctica es “irreversible”, y se corre el riesgo de que el ojo sea perforado.

Según el portal web de la revista Magna, este tipo de tatuajes se efectúa mediante una técnica “simple”, pero que requiere un  cuidado extremo puesto que la esclera es “una capa muy delgada”, en la que se pueden provocar “lesiones de visión”.

Robert A. Kaufer, médico de una clínica oftalmológica argentina, subraya que existe el peligro de “generar reacciones adversas”, tales como hemorragias o perforaciones oculares. Además, señala que el color del ojo refleja algunas enfermedades, pero si está tinturado es complicado detectarlas.
EXTRA contactó con varios médicos más de la capital, pero desconocían las peculiaridades de esta práctica.

Los primeros

Andrea Aguilar, conocida como ‘la Mujer Leopardo’, y su esposo, Richard Vélez, cuyo nombre artístico es ‘Chucky’, se tatuaron los ojos de amarillo y azul respectivamente en enero de 2015. Ambos sostienen que fueron los primeros modificados de Ecuador.

Ella parece una felina; él, con su lengua bífida, bien podría ser el personaje principal de un filme de ciencia ficción. El ‘Carnicero’ también fue el encargado de llevar a cabo todos los cambios que hoy presentan.
Ambos son tatuadores profesionales y comparten el gusto por lo extremo. Tanto es así que, en ocasiones, incluso los han ‘tachado’ de “satánicos”. Hay quienes, al verlos en la calle, hasta se santiguan. “Nos juzgan sin conocernos”, acota Richard.  

A Andrea no parece importarle que ahora deba proteger sus globos oculares de los rayos solares, humedecerlos cada cierto tiempo y asumir que nunca volverá a pasar desapercibida.

“Tatuarse los ojos es una experiencia única, que marca diferencias respecto a los demás y un estilo propio”, remata ‘la Mujer Leopardo’.