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¡Fueron padres mientras surcaban los océanos!
Vicente Chonillo, Guayaquil
Nueve fueron los meses de espera y nueve los padres que, en alta mar, encontraron una nueva razón para vivir mientras surcaban los mares a bordo del Buque Escuela Guayas, en su primera travesía alrededor del mundo.
El 12 de mayo de 2015, 157 marinos, entre tripulantes y oficiales, zarparon rumbo a 22 países. El deber como militares estaba por encima de los sentimientos personales.
El 1 de junio, cuando navegaban por el Pacífico sur, lejos de aguas ecuatorianas, los marinos celebraron la primera de las ansiadas paternidades. Había nacido el pequeño Matheus, hijo del cantante de la banda musical e infante de Marina, cabo primero Gustavo Castro.
Su esposa, Mercedes Murillo, había dado a luz en el hospital Naval. Horas después, un familiar, vía internet, hizo llegar la noticia hasta la nave.
Mercedes señala que, ante la partida de su marido a los ocho meses de embarazo, tuvo que tomar la economía de la casa en sus manos y administrar el sueldo que llegaba a la cuenta de su esposo. No fue fácil arreglárselas sin él en un momento tan importante. “Pese a tener la ayuda de mis familiares, debía pensar en todo lo que necesitaba en el hogar y, además, en mis controles médicos finales”, rememora.
La mujer reconoce que, acostumbrada a tener cerca a Gustavo, a ratos se “afligía”. “La comunicación semanal me daba fuerzas para no decaer. Contaba los días en el calendario. Gustavo enviaba fotos y pequeños vídeos del buque en los puertos de otros continentes... Poco a poco me fui organizando y esperaba que los días pasaran rápido”, constata con los ojos brillantes.
Luego del nacimiento del niño, sería el turno del cabo primero Carlos Luis Valdivieso, encargado de las provisiones. Su esposa, Diana Salazar, dio a luz a Carlitos Júnior el 31 de julio de 2015, cuando el barco arribaba a Dinamarca. La buena nueva cogió por sorpresa a Valdivieso, debido a que el pequeño se adelantó tres semanas. Diana comenta que cuando su esposo se embarcó, ella quedó al cuidado de su suegra y demás familiares que le apoyaron con las tareas del hogar. Finalmente, otros siete compañeros recibirían la misma noticia con el paso de los meses, mientras continuaban con su travesía. Los marinos, en alta mar, no podían descuidar sus labores ni permitir que el barco sufriera algún retraso o contratiempo en la ruta. De modo que debían confiar en el buen hacer de sus señoras y allegados, resalta Valdivieso.
COMUNICACIÓN
Los uniformados se tuvieron que acostumbrar a conversar con sus familias apenas dos o tres veces por semana, a través de internet o de algún teléfono satelital. Durante la travesía, sus esfuerzos se centraron en el mantenimiento de los motores, el cuidado de las gigantescas velas y el correcto seguimiento de la ruta trazada. Pero hubo momentos de tensión propiciados por el oleaje y más de uno sufrió de mareos. Muchos de los marinos, que navegaban por primera vez, fueron bautizados en alta mar con un ritual que mantienen en absoluto secreto.
Y como apunta Gustavo Castro, nadie olvidará la operación urgente que sufrió un compañero en la nave por un cuadro grave de apendicitis, frente a las costas de Chile. Al llegar a tierra, el marino operado regresó a Ecuador por vía aérea para seguir con la recuperación en el hospital Naval. Pero el equipo médico del buque, pese al oleaje e inestabilidad de la nave por un temporal, logró superar la prueba y salvó la vida de su compañero.
EN HOLANDA
Todos evocan orgullosos cómo tras recorrer el Atlántico, el Mediterráneo y el Índico, desplegaron las velas cuando arribaron a Ámsterdam, Holanda, donde participaron en una regata. El Buque Escuela Guayas era el mayor de la exhibición. A su paso eran recibidos con aplausos y vítores. Después pararon en Arabia Saudí, donde a más de uno le sorprendió cómo el país se paralizaba a la hora de la oración, que los muecines cantaban desde las mezquitas. “Los negocios cerraban sus puertas ante nuestro nerviosismo. Pensábamos si había ocurrido algún atentado...”, relata Gustavo.
Al volver a Ecuador, el club de los nueve padres, Gustavo Castro, Carlos Valdivieso, Rubén Murillo, Jorge Maldonado, Ítalo Ramírez, Miguel Vivero, Kevin Ulluauri, Kevin Navarrete y Pablo Mite, con sus maletas cargadas de intensas experiencias, se encontraron con sus mujeres y sus pequeños. Carlos subraya que entre tantas personas no podía divisar a su esposa. De modo que Diana tuvo que levantar al pequeño Carlos Júnior, que había cumplido siete meses, para que su padre lo pudiera reconocer desde lejos. Entonces, Carlos se emocionó, lloró y al fin pudo abrazarse al niño.