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Segunda Categoría: La Familia FC, a la cancha
Inició con 10 chicos y ahora son más de 220 futbolistas entre hombres y mujeres que luchan por el profesionalismo
Si hubiese que elegir una palabra para definir a La Familia FC sería ‘ímpetu’. Estamos a 31 grados, y aunque el cielo está nublado, el bochorno del mediodía en Guayaquil es sofocante. Ahí, en uno de los graderíos de la cancha 2 del Parque Samanes, Garys Estupiñán espera paciente bajo la sombra de un árbol el arribo de los 220 futbolistas, cuyo equipo principal ya juega el Torneo de Segunda Categoría del Guayas.
De a poco empiezan a llegar. A la voz de un sonoro “hola profe” y un estrechón de manos, Estupiñán, junto a los adiestradores Eddy Napa y Jonathan Daqui empiezan a trabajar en el equipo que aglutina desde divisiones menores, hasta jóvenes y adultos de 10 a 24 años.
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Aquí nadie paga por entrenar. Sin embargo, el aporte mensual de $3,50 por jugador es necesario para costear el alquiler de la deslucida cancha sintética al norte de la urbe porteña.
Estupiñán, de 54 años, pone todo su empeño en el proyecto que surgió una tarde de domingo en 2017, mientras cenaba con su esposa y cuatro hijos. “Voy a crear un club”, dijo, a lo que le contestaron “ya era hora que trabajes para ti”.
EL DATO: Los jugadores de la Familia aportan con $ 3,50 cada mes para costear el alquiler del deslucido campo de juego #2 del Parque Samanes.
“A pesar de que soy un tipo muy pecador, soy muy creyente. Les dije: ‘¿Se acuerdan cuándo a Jesús lo iban a crucificar? Él creía que sus discípulos lo iban a dejar solo, pero cuando fue la resurrección todos estuvieron presentes y Jesús los acogió como familia, de ahí nació La Familia FC”, recuerda, mientras se le dibuja una sonrisa.
“Aquí vienen chicos de todos lados, Lomas de Sargentillo, Nobol, Baba, Naranjal, Babahoyo… buscamos seguir creciendo, pero nuestro principal objetivo es formar al ser humano… tener a chicos que se inserten a la sociedad con buenas costumbres y el segundo objetivo, porque no, es que a través del fútbol puedan tener un sustento para su familia y educación”, dice.
Entrenan de lunes a viernes, entre las 13:00 a 15:00 y, aunque no todos llegan temprano, el profe es flexible por las complicaciones que se presentan, pues en su mayoría son colegiales y universitarios.
“Conozco al profe Garys desde chico, siempre me ha ayudado y ahora me está dando la oportunidad de dirigir el grupo femenino que nos representa en Lomas de Sargentillo”, afirma Robin Montero, de 23 años.
El extremo derecho recuerda que en su adolescencia tuvo un ‘encontrón’ con las drogas. “Fue feo, pero lo tomo como aprendizaje. Ahora soy una persona sana que trata de ayudar a los demás para que no caigan en ese mundo incorrecto, en donde puedes terminar en la cárcel, en el hospital o hasta muerto”, acota.
Además de ser pieza clave en la banda diestra, Montero lidera al equipo femenino de futsal de La Familia FC en su cantón. Y es que el compromiso es tal, que cuando no le alcanza para el pasaje, siempre encuentra la manera de llegar a Samanes.
“Trabajo con 32 chicas en turnos partidos. El primero es de 09:00 a 11:00, luego vengo a Guayaquil, y regreso a Lomas de Sargentillo para dirigir de 16:00 a 18:00. Me esfuerzo mucho y a veces hasta vendo comida para correr con los gastos de transporte”, dice.
Su dupla dentro y fuera de la cancha es el delantero Jehová Estupiñán, conocido como Estupi. En él se depositan las ilusiones de gol del elenco ‘familiar’. El ariete, además de ser el hijo menor del profe Garys, perfila como asistente técnico en el equipo femenino. “Me gustaría ser asistente técnico y lo hago en el equipo femenino que nos representa el profe Montero, él me pidió de favor y ahora estamos en eso… todos nos ayudamos”.
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Jehová está ansioso, pues participar por quinto año consecutivo en el Torneo de Segunda Categoría de AsoGuayas no es tarea fácil. “Somos un equipo joven, nuestra media es de 20 años. Llevamos cuatro ediciones participando en este torneo, los miedos ya no existen, estamos para grandes cosas”, manifiesta, mientras sus compañeros saltan al campo de juego.
Los tres profesores dividen el terreno por la mitad. De un lado quedan las categorías menores y de otro los 32 federados. Estos últimos, tras estirar y calentar con un rondo, hacen fútbol reducido. “Pásamela”, “acá”, “centra, centra”, “no te engolosines”, son algunos de los gritos que se oyen.
En la volante resalta Luis Rentería. De zapatos fosforescentes, el volante ‘ocho’ es otra de las figuras. Y es que por algo perteneció a dos microciclos de la selección sub-20 de Jorge Célico y hasta viajó a Venezuela en 2018.
“Sabemos que no jugamos por un sueldo. Estamos trabajando para ser profesionales” dice Rentería, otrora jugador de las reservas de Guayaquil City y excompañero de Gonzalo Plata, José Cifuentes, Diego Palacios, quienes fueron mundialistas con la Tri en Qatar.
“No hay figuras o egos, aquí se trabaja para mejorar. A los más chicos les digo que cuando estén en la cancha no sientan el miedo de llamar la atención a los mayores porque todos nos equivocamos”, exterioriza y agrega que “cuando ellos puedan tener la oportunidad que la aprovechen porque en el fútbol pasa el tren, pero ya no te pasa más el vagón”.
El entrenamiento continúa. El sueño de los chicos está intacto. Ellos seguirán firmes trabajando por sus metas, pues su vínculo, pese a no ser de sangre, está forjado a base de respeto y amor, valores vitales para ser llamados ‘una familia de verdad’.