En un martes cualquiera, la voz de Roberto Bonafont volvió a cruzar el aire en la mañana, como tantas otras veces, entre anécdotas, metáforas y ese estilo suyo de narrar el fútbol con alma. Pero el martes 22 de abril del 2025 no fue uno más. Esa mañana, en pleno programa Pateando Tacho por Diblu, el periodista-poeta empezó a sentirse mal. El mundo futbolero, sin saberlo, se quedó por un instante sin uno de sus cronistas más sentidos.

Un quebranto en su salud lo obligó a dejar el micrófono y a tomar una decisión crucial: ir, por su propia cuenta y con ese instinto que lo ha guiado durante décadas, a la Clínica Guayaquil. Esa intuición, la misma que le ha permitido leer partidos con precisión quirúrgica, esta vez le salvó la vida.

Lo que vino después fue una carrera contra el tiempo. Una subida de presión, un chequeo rápido, y el diagnóstico: dos arteria del corazón tapadas en un 98%. Se le realizó un cateterismo. Lo médico se impuso con urgencia, pero lo humano se impuso con amor.

Su hijo, JeanPierre Bonafont Lara —abogado como su padre, aunque su voz cargaba más emoción fue el portavoz de la esperanza. “Gracias a Dios todo ha salido bien, está estable, que es lo mejor que le podía pasar al abogado”, dijo en la tarde, aliviando a tantos que esperaban noticias. Comentó que podría darse el alta en las próximas horas, debido que su recuperación es exitosa.

Y es que Bonafont no solo es una voz de radio y televisión. Es un símbolo del periodismo que siente. De aquel que no se conforma con decir quién ganó o quién perdió, sino que busca el alma del juego.

El cariño fue inmediato. En redes sociales, en mensajes de colegas, oyentes, jugadores, y hasta de aquellos que simplemente lo conocen por una frase, por una idea, por su eterna poesía futbolera.

Tenía en agenda partidos de Copa Libertadores y Copa Sudamericana para Diblu, Marca 90 y DirecTV. Pero esta vez, el partido lo jugó él. Y lo está ganando.

“Hay que agregarle un descanso, eso nos han pedido los médicos”, dijo JeanPierre. Y sí, el poeta necesita ahora silencio. No para siempre, solo para recargar versos, para preparar el siguiente relato, para volver a patear el tacho con más fuerza.

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