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Esta actividad que se practica en el sector La Ferroviaria, del sur de Quito, es un espectáculo de deporte, fuerza y acrobacia.ANGELO CHAMBA

Lucha libre en Ecuador: El legado y la historia detrás de la EFW

Esta tradición familiar de emocionantes combates y acrobacias que fusiona historia, espectáculo y pasión tiene su propio espacio en el sur de Quito

En la entrada al Ecuador Full Wrestling (EFW) hay colgada ropa de bebé. En el fondo de la casa -adornada con geranios- suena potente ‘Enter Sadman’, de Metallica, mientras la gente se acomoda en el graderío de madera del galpón ubicado en la calle Heleodoro Ayala del barrio La Ferroviaria, sur de Quito.

Allí cada cuatro semanas se realizan épicos encuentros de lucha libre, en los que se mezclan la acrobacia, la fuerza y el espectáculo. Para llegar al cuadrilátero hay que pasar por una puerta hecha con metales reciclados y saludar a un perro pitbull llamado Campeón. “Es mancito, no se asuste”, dice Roger Torres, el dueño del sitio.

"Ya somos tres generaciones de luchadores y aunque es difícil mantener el sitio, luchamos para que sea un buen espacio de encuentro”,
Roger Torres, dueño de la EFW

La luz está apagada. En una esquina está un hombre, hace sonar una campana al tiempo que anuncia que la primera pelea está a punto de empezar. El público, conformado por niños, mujeres, hombres y adultos mayores, se acomoda lo más cerca del ring para no perderse ni un movimiento.

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El sitio, para este 2023, ha cumplido 12 años desde que empezó a funcionar y hasta hace poco se lo llamaba Cachascán, denominación de la lucha libre en Perú, pero Roger Torres, conocido en los cuadriláteros como el Komando, quería una marca propia, por ello creó la EFW en el terreno de su familia. “Mi papá me dio un pedazo del predio y yo les compré a mis hermanos sus partes para poner el ring”, recuerda.

En la categoría extrema no hay reglas. Se pueden golpear con cualquier cosa.ANGELO CHAMBA

Legado familiar

El Komando -con 22 años en el ring- pide disculpas por no hablar muy fluido. “Es que tuve cáncer y me operaron la lengua”, cuenta. Fueron años duros de recuperación que logró, según dice, por practicar la lucha libre, pues siempre hizo ejercicio y se alimentó bien.

De la enfermedad no quedan huellas, incluso su contextura corpulenta sigue intacta. Su foto y la de su padre, Gerardo ‘el Relámpago’ Torres, son las figuras principales del cuadrilátero. El Relámpago acaba de cumplir 84 años y no ha dejado de asistir a las peleas, aunque deba ser asistido por sus familiares y por un tanque de oxígeno. “Él fue parte de la época dorada de la lucha libre y yo me enamoré de ella al verlo pelear. Ahora también mi hijo la practica. Eso me hace muy feliz”, agrega.

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En el cuadrilátero ya están los primeros contendientes: el Cazador y el Callejero. El primero lleva máscara roja y negra. El segundo tiene el cabello largo y una actitud desafiante. “¿Qué? ¿Muy delicaditos?”, increpa al público, que grita cada vez que ataca a su rival.

Gerardo ‘el Relámpago’ Torres disfruta de la lucha libre a sus 84 años.ANGELO CHAMBA

Entre provocaciones verbales saltan uno sobre el otro, apoyados de las cuerdas del ring. Los golpes con las manos son abiertos, por lo que el choque de la piel suena más fuerte y resulta más dramático para la emoción del público. Se arrastran de los pies. Vuelan por los aires y aunque las caídas son estrepitosas, no hay ni una sola gota de sangre.

Finalmente: 1, 2, 3, el árbitro determina que el Cazador es el ganador del combate en cuanto neutraliza al Callejero en el piso. Roger fue parte de otras marcas de lucha libre en el país, pero su sueño fue preparar a jóvenes en esta disciplina. Ahora entrena a 16 hombres, quienes pelean entre ellos. “Eso sí, la rivalidad solo es el ring porque en camerinos todo es amistad. Así debe ser”, dice El Cazador, cuyo nombre de pila es Jhon Torres y tiene 26 años.

Esa es la regla que Roger aprendió de su padre y que ha transmitido a sus alumnos. Cuidarse entre todos incluso en la pelea. Cada uno aprende también a caer de la forma menos peligrosa posible. Para que salten al ring es necesario que cada uno haya entrenado por lo menos un año en la EFW.

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16 Hombres entrenan en este galpón. Existe un mínimo de un año de entrenamiento para saltar al ring.

Un niño gritaba emocionado detrás de una cortina.ANGELO CHAMBA

Lucha extrema

En total se desarrollan cinco peleas en la noche, pero hay una que llama aún más la atención: la extrema. Cronos y Demencia lo apuestan todo. Cronos tiene dos títulos a su haber y los ha puesto en las manos del réferi. Demencia pone a disposición su cabellera.

Aquí la única regla es que la máscara del luchador -Demencia- es sagrada. Hay un cruce de palabras que invitan al combate. Cronos, de 26 años, llegó hace poco de Bolivia, donde ganó una competencia. “Yo sé que volviste con problemas en el brazo, yo te voy a ganar”, le advierte Demencia.

"Mi papá era boxeador y desde ahí quise subirme a un ring. En la EFW es bonito luchar porque el público es muy fiel”,Óscar Montero, luchador

De a poco, el enfrentamiento se torna más extremo. Cada uno busca debajo del ring cualquier cosa que sirva para golpearse. Empiezan con latas, luego varas hechas con carrizo. De pronto, Demencia -que dice hacerle culto a la muerte- toma un alambre de púas y lo sujeta a una de las esquinas.

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Aunque -entre las llaves y saltos- intentan evadirlo, pero se ‘dan’ una y otra vez. Llega el turno de las tachuelas sobre el piso. El público grita con cada llave y cada golpazo contra las afiladas puntas. Un niño vocifera emocionado desde detrás de una cortina. Cada movimiento es motivo de euforia y sufrimiento. “¡Qué buena pelea!”, dice Ricardo Anzatuña, de 65 años.

Entre luchadores se ayudan para estar listos antes de una pelea.ANGELO CHAMBA

En la EFW se practica solo deporte, es por eso que lo único que se vende durante las peleas son sánduches de mortadela con gaseosa. No circula ni una gota de alcohol.

Él es un fiel seguidor de la EFW y vecino de La Ferroviaria, no se pierde una sola pelea desde hace 12 años. “Yo iba a la lucha libre desde que tenía 8 años. Iba al coliseo Julio César Hidalgo y hasta conocí al Santo (famoso luchador mexicano)”, relata.

La contienda avanza y Cronos saca una CPU de abajo del cuadrilátero, lo coloca en otra esquina y golpea la cabeza de su oponente en él. Ninguno se rinde aún con la tabla con alambre. Aquí sí corre sangre. “Se dan todo, menos consejos”, dice el relator de la pelea. Los nervios no dan para más. De nuevo: 1, 2 y 3, Cronos, casi con su último aliento, logra dejar en el piso a Demencia. La apuesta se paga y Roger es el encargado de cortar el cabello del enmascarado. “Aquí se cumple”, sentencia el Komando.

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El ganador es en realidad Óscar Montero y lleva en esta disciplina desde los 16 años. Luce sus dos títulos con orgullo. “También lo heredé de mi padre. Él fue boxeador y crecí en medio de cuadriláteros”, cuenta luego de limpiarse las heridas de la frente. La noche termina y los fanáticos aprovechan para tomarse selfis con los luchadores, para felicitarlos y para ver que ya fuera del ring son muchachos tranquilos y amables, que aman la lucha libre, por lo que es en esencia: libertad para entretener.




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