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Jimmy Blandón, de 54 años, ahora cumple la faceta de entrenador del club que lleva su nombre.LUIS CHEME / EXTRA

Exseleccionado Jimmy Blandón comparte su experiencia en el fútbol

El exvolante transmite sus conocimientos a los jóvenes en su natal Esmeraldas. Recuerda su paso por varios equipos y la Tri, y los errores que cometió

Jimmy Blandón es un hombre de ojos profundos y voz grave, curtido por los años que ha pasado bajo el sol, en canchas de tierra y césped. Su andar es pausado, como si cada paso estuviera cargado con la historia de un futbolista que vivió el auge y la caída de una carrera que nunca alcanzó su máximo esplendor. Hoy, alejado de las luces del fútbol profesional, Blandón camina entre las calles polvorientas del sur de Esmeraldas, un lugar donde los sueños y la violencia coexisten en un frágil equilibrio.

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Hace tres meses decidió fundar el Club Deportivo Especializado de Fútbol Jimmy Blandón, un proyecto que, más que una escuela de fútbol, es una apuesta por el futuro de los jóvenes de los barrios más peligrosos de la ciudad. En esta aventura lo acompaña la adiestradora Ilieana Mendoza, exseleccionada de Esmeraldas, y el profesor Roberto Rodríguez.

“Los mejores jugadores de fútbol de Esmeraldas están de la calle Malecón hacia abajo”, dice Blandón con convicción. Se refiere a los chicos que crecen en las riberas del río Esmeraldas, donde las oportunidades son tan escasas como el agua potable y los enfrentamientos entre bandas son una realidad cotidiana.

Blandón sabe bien lo que significa venir de abajo. Él mismo creció en circunstancias similares, jugando indor en las calles hasta altas horas de la noche y corriendo descalzo por la playa con una pelota gastada entre los pies. Ese entorno, peligroso para muchos, fue su escuela de vida, donde aprendió la “viveza y la picardía” que hoy trata de inculcar a sus jóvenes pupilos.

SUEÑOS EN UNA CANCHA

Los jugadores entrenan con intensidad bajo las instrucciones de Blandón.LUIS CHEME / EXTRA

La cancha del barrio La Floresta, su nueva casa, es un rectángulo de césped sintético. Aquí, entre gritos de aliento y el sonido seco de los balonazos, cerca de 60 niños y adolescentes sueñan con llegar a ser futbolistas profesionales. Son chicos de 10, 12, 14 y 16 años que, a pesar de las adversidades, encuentran en el fútbol una vía de escape a la pobreza y la violencia que los rodea.

Pero Blandón no solo busca formar jugadores. “Buscamos que sean personas autónomas y emocionalmente equilibradas”, afirma con la misma seguridad con la que daba instrucciones en el campo de juego. Para él, el fútbol es un vehículo para algo más grande: una herramienta para transformar vidas.

La realidad de los niños en las riberas del río Esmeraldas es dura. Muchos crecen solos, con padres ausentes que pasan largas jornadas trabajando para llevar algo de dinero a casa. “Hay padres que son pescadores y madres que se dedican a pequeños negocios o son empleadas domésticas. Los chicos quedan prácticamente a su suerte”, comenta Blandón mientras recuerda los días en los que recorría las calles del barrio Santa Martha como parte de su tesis universitaria sobre motivación y comportamientos adaptativos.

Visitaba a las familias los fines de semana, observando de cerca cómo estos jóvenes asumían responsabilidades que no les correspondían, cuidando a sus hermanos menores o trabajando para ayudar a sus padres.

Fue esa experiencia la que lo impulsó a buscar una forma de ayudar. Tras su retiro del fútbol profesional, decidió entrenar a niños y jóvenes de manera gratuita. “Si los chicos están ocupados las 24 horas del día, entre los estudios, los entrenamientos y las tareas en casa, no tendrán tiempo para meterse en cosas negativas”, asegura Blandón, quien ha hecho de la comunicación constante con los padres de familia una de las claves de su metodología.

A pesar de que hace más de una década dejó el profesionalismo, su amor por el balón sigue intacto. “Todavía me emociono cuando tengo una pelota cerca”, confiesa con una sonrisa que ilumina su rostro marcado por el tiempo y las experiencias.

SIN RENCOR A CLUBES

Jimmy Blandón formó parte de la selección que tuvo como DT al Pacho Maturana y Bolillo GómezARCHIVO / EXTRA

Fueron 13 los equipos que defendió en su carrera, y aunque su paso por la selección ecuatoriana fue corto y amargo, Blandón no guarda rencor. Su salida del equipo nacional, junto a su amigo Eduardo Hurtado, fue consecuencia de un malentendido, una hora de retraso que los marginó de un sueño mayor. “No llegamos en mal estado, siempre respeté las concentraciones”, recuerda con cierto dejo de tristeza en la voz.

Sin embargo, lejos de lamentarse, Blandón encontró en esa descalificación un punto de inflexión en su vida. “Perdí la posibilidad de ir al Mundial, perdí mucho dinero, pero gané salud y vida”, reflexiona. Hoy, Blandón es un hombre transformado, con una perspectiva clara sobre el fútbol y la vida. Atrás quedaron los días de irresponsabilidad y desenfreno.

“Me di cuenta de lo egoísta que había sido con mi familia”, confiesa. Sus años en la universidad le permitieron ver con nuevos ojos el camino que había recorrido y entender las oportunidades que había dejado pasar. Ahora, su objetivo es transmitir esos aprendizajes a las nuevas generaciones para que no cometan los mismos errores.

“El fútbol no es solo una herramienta para hacer dinero”, sentencia. “Es una forma de vida, pero también puede destruirte si no sabes manejar la fama y las distracciones que vienen con ella”. Con esa filosofía, Blandón sigue construyendo su legado en Esmeraldas, en una pequeña escuela de fútbol que, a pesar de sus limitaciones, está llena de sueños y esperanza.

En las tardes calurosas, mientras el sol comienza a ocultarse detrás de las casas de madera, Blandón observa a sus chicos correr por la cancha. Los ve caer, levantarse, volver a intentarlo, con la misma tenacidad que él tuvo en sus días de futbolista. Sabe que no todos llegarán al profesionalismo, pero también sabe que su misión va más allá de eso.

Su verdadero triunfo será verlos convertirse en hombres íntegros, capaces de enfrentar la vida con la misma fuerza y determinación que muestran en el campo de juego. El exseleccionado ha encontrado su propósito en su natal Esmeraldas, y con cada entrenamiento, con cada palabra de aliento, sigue alimentando los sueños de esos niños que ven en el fútbol una luz en medio de la oscuridad.

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