En el minuto 95, cuando Rosario Central (Argentina) aún estaba clasificándose para jugar las semifinales de la Copa Libertadores de América, un agónico gol de Atlético Nacional (Colombia) desencadenó un final bochornoso entre los jugadores y el director técnico argentino, Eduardo Coudet.

Cuando Orlando Berrío convirtió el tanto que eliminaba a su rival, el delantero colombiano decidió gritarle con toda su furia el gol en la cara del arquero Sebastián Sosa. Instantáneamente llegaron las agresiones de los jugadores de Rosario Central que no soportaron semejante acto de indisciplina y pretendieron hacer justicia por su cuenta.

Pero, ¿qué llevó a Berrío a cometer semejante acto de indisciplina que provocó su posterior expulsión? Según el delantero del Verdolaga su impulsivo e irresponsable festejo se debió a los insultos de índole racial que el guardameta argentino le había dicho a lo largo del encuentro.

"La verdad, sí. Canté el gol como desahogo por un par de situaciones que pasaron antes. Tenía el grito atragantado, no debía hacerlo, pero fue la manera de desahogarme. Sólo me queda levantar la cabeza y reconocer que me equivoqué", indicó Berrío, a quien podrían sancionar con dureza por su conducta.

Al ser consultado sobre qué lo llevó a reaccionar así contra Sosa, Berrío respondió: "Cuando te dicen algo de tu color, la verdad que nadie se lo aguanta", expresó, responsabilizando al portero argentino de cometer un acto de discriminación racial. "Ya lo dije, el arquero me dice algo, yo le digo al cuarto juez y me dice que no lo escuchó, me pidió disculpas, pero yo sé lo que digo. No estoy feliz por mi reacción, porque dejé a mi equipo con un aporte menos, pero asumo mi responsabilidad", concluyó.

Coudet, por su parte, también protagonizó un episodio repudiable. El director técnico del equipo argentino decidió insultar al jugador Verdolaga Alexánder Mejía. "Cagón de mierda", le espetó. Luego, durante la rueda de prensa, el entrenador se molestó con una pregunta hecha por un periodista colombiano a quien le recordó que no podía opinar, porque no había pisado nunca "un campo de juego".