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¡A comer con cubiertos! (La columna de la ex)
Historias que solo aquí se las contamos... la intimidad del fútbol al descubierto
Nos casamos tan jóvenes que los sueños de él se hicieron los míos. Tenía 19 años cuando llegó a jugar a un equipo de Quito.
Atrás dejamos el calor de Guayaquil, pero la idea era que llegue a ser un jugador de fútbol profesional. La verdad que los sueños eran más grandes que todo.
Hasta los 18 años, nunca había estado en una concentración. En segunda categoría salía de la casa al trabajo, que era en una carpintería, y los entrenamientos solo eran en la tarde.
La verdad que jamás nos habíamos preocupado de la forma de comer, mi amorcito solo se preocupaba de no subir de peso y estar listo para poder entrenar y jugar.
Cuando llegamos a Quito, fue la primera pretemporada de su vida, y también la primera vez que iba a comer y hasta dormir con sus compañeros de equipo.
Un día antes de irse a la pretemporada, estaba haciendo bromas y me dijo: “amor, sabes que no sé comer con trinche... eso que llaman cubiertos”.
Al inicio todo parecía broma, pero con el pasar de los minutos me dijo que debía de aprender a usar los utensilios, porque una cosa era comer con cuchara en la casa y otra era estar en la mesa con sus compañeros.
Dos horas fueron suficientes y mi esposo aprendió a tomar el tenedor y el cuchillo. La verdad que aprendió rápido.
Quince días después que regresó de la pretemporada, nos llevamos la sorpresa y risa de toda la vida. Se había preparado por las puras, el primer día que estaba concentrado quiso poner en acción los modales de comer con cubiertos y los pidió, pero los demás compañeros se le burlaron... todos comían con cuchara. Aquel entrenamiento con el tenedor de nada sirvió.