Resulta que el que un día fue mi marido, era cosa seria en cuestión de fugarse del estadio y refugiarse en los brazos de otra.

Eso de que la Tricolor tenga partido y lo del “sí se puede” me pudre, porque siempre me recuerda que los días que jugaba la selección eran los de infidelidad de mi ex.

Todavía no entiendo por qué lo llamaban a la selección, pues muchos jugadores regulares como él iban a dar a las gradas. Estuvo varias veces convocado, pero la verdad nunca jugaba, era el suplente del suplente. Mi familia decía que lo llevaban para completar la nómina.

Bueno, pero mejor de eso ni hablar, después dirán que soy ‘picada’.

Resulta que en un partido que se jugaba en el Atahualpa, me fui al estadio. Había viajado desde Guayaquil toda la noche. Y con el cuento de que no lo podía llamar porque estaba concentrado, nunca me respondió. Cuando llegué al estadio, sabía que no iba a estar en el banco de suplentes, porque siempre lo mandaban a un palco.

El tipo no estaba en el estadio. Lo busqué, me cansé de preguntar y nada de nada. Pero no hay nada oculto en la vida. Alguien me dijo que sí llegó al palco, pero que se fugó de ahí y que de seguro iba a estar fuera del estadio cuando el partido terminara.

Y fue así. Me resultó un ‘grillo’ y lo doy por firmado, a pesar de que él siempre lo negó.

Los ‘diablos me llevaban’ y cuando salí del estadio y llegué a la puerta donde salían los jugadores, estaba él. Se sorprendió al verme, no sabía qué decir. Pero como tiene sangre fría, me dijo que apenas pitó el árbitro, él bajó corriendo, lo que era falso.

Dos meses después nos separamos. ¿Ahora entienden por qué cuando juega la Tri me lleno de coraje?