Año 2005, aquel Clásico del Astillero nunca lo olvidaré. No por el marcador. Fue algo que marcó a mi esposo y también a mí.

El viernes se fue a la concentración. A la medianoche del domingo mi flaco apareció; vivíamos al norte de Guayaquil. Llegó y todo en orden; saqué las cosas de su maleta. Estaba feliz.

Cuando nos íbamos a dormir vi que tenía un ‘chupete’ por el cuello. Yo tenía 22 años, el “diablo se me metió” y le hice un escándalo.

Él me gritaba: “debes escuchar los partidos, debes saber lo que hago, me mato por ti y vos no eres ni capaz de escuchar el juego”.

Pese problema, él nunca se "calentó", ni perdió la compostura, solo me decía “amor son golpes del partido, a lo que caía, me pegaron en el suelo”.

La verdad no le creí para nada, pero él estaba muy seguro. Al otro día le estaba colocando carne cruda para que se le salga.

Me quedó la duda, pero han pasado ya 15 años y por el bien de los dos, mejor de ese Clásico no me acuerdo.

Por cierto nunca había llegado con golpes en las piernas ni en ninguna parte del cuerpo, esa vez fue la única, por eso para mí el Clásico me trae malos recuerdos.