Exclusivo
Deportes

Javier Burrai, sus guantes y camiseta dedicada a su padre Oscar.Cortesía

Burrai cumplió su palabra: hizo historia en Ecuador

El arquero de Barcelona, reconocido por ser uno de los más callados del ídolo fue el que hizo más ruido al final.

Javier Burrai no es el jugador al que le gusta exhibirse, ‘figuretear’ o hacer algo para que lo aplaudan. El golero argentino es callado, le agrada que sus acciones hablen por él.

“Soy perfil bajo, tranquilo, entre menos se hable de mí, mejor; si hablan de mí, que sea por lo que hago en la cancha”, le manifestó a EXTRA antes de comenzar con la locura amarilla.

Y dejó clara su meta: “quiero entrar en la historia de Barcelona”.

Burrai está cumpliendo un año desde que llegó a Guayaquil. Fue la última semana de diciembre de 2019, luego se fue a Ambato para dejar todo en paz, incluido un restaurante.

Después volvió al Puerto Principal con el amor de su vida, Florencia, la chica que conoció cuando todavía no sabía que el fútbol le iba a sonreír. Ella siempre está a su lado.

Las ‘malas’ del 2020 tienen nombres: primero la lesión que lo dejó varios meses imposibilitado y después el fallecimiento de su querido padre, Óscar.

UN AMOR INIGUALABLE

La relación entre padre e hijo ha sido realmente gigante. A los seis años, su progenitor le pateaba los penales en la casa, cuando Javier era la mascota de todos los equipos en que actuaba don Óscar. Pero así como su viejo le enseñó el fútbol, también le compartió su otra pasión, la comida.

“El asado es como el fútbol, cada uno tiene su estilo, le debo todo a Óscar, mi papá, él me enseñó todo... y que no se enteré mi vieja”, dijo el portero del Ídolo.

JAVIER, EL GOLERO

Hay un partido que lo marcó. Fue el domingo 25 de octubre del 2020, la victoria ante Liga de Portoviejo. Era el comienzo de que todas sus acciones iban en homenaje a su padre, sus guantes tenían el nombre de él.

Hubo partidos donde la hinchada decía “Burrai solo contra el mundo”, tuvo tapadas de esas que sale a dejar la vida.

A EXTRA por esos tiempos le comentaba que la vida en Barcelona era una locura, algo que jamás había visto y eso que estamos en pandemia. El sentir de los hinchas no ha dejado de percibirlo.

LOS PENALES

Lo que Burrai no sabía era lo que Dios le tenía preparado para la gran final. Lo bueno del golero es que no conoce los nervios y va a todas las jugadas. Se dio el lujo de tapar tres penales en Casa Blanca.

Tiene un año más de contrato con los amarillos y le confesó a EXTRA que le gustaría tener algo más que el fútbol en Guayaquil, aunque por ahora es prematuro.

La locura de la final tiene nombre y apellido, Javier Burrai, quien trabajó 12 meses en silencio para brillar en la eternidad del mundo amarillo.