Exclusivo
Deportes
Barrial en Guayaquil: ¡Pelota al agua!
30 ‘pelados’ se forjan en el conflictivo sector de la cooperativa Esmeraldas Chiquito, en el sur Porteño. Pese a que no tienen un espacio y los implementos óptimos para entrenar, los ‘pelados’ del club Sembrando Futuro se las arreglan para mejor
El pequeño Braulio Simisterra, de 12 años, no medía peligros. Como si tratara de alguien que practica parkour (moverse de un lugar a otro sorteando obstáculos con saltos) intentaba ‘rescatar’ un balón de fútbol que cayó a las sucias aguas del estero.
Para él y sus compañeros de entrenamiento del club Sembrando Futuro, que tiene como sede el parque lineal de la cooperativa Esmeraldas Chiquito, al sur de Guayaquil, no es solo un balón. Es el medio que lo llevará a un cumplir un sueño.
Con una rama larga que encontró entre el fango se apoyaba con su pie derecho en un árbol para no caer al agua. Tenía que alcanzar la pelota que ya estaba siendo arrastrada por la corriente. Incluso tuvo que caminar sobre unas piedras inestables a orillas del estero hasta que logró sacarla del agua.
En su defensa explica que no podía perder el balón, ya que el humilde club al que pertenece solo tiene 5 pelotas a disposición de los jugadores.
“Esto nos pasa siempre. No hay mallas que eviten que se nos vaya el balón al estero, por eso cada vez que cae al agua tenemos que ir a buscarlo. El que lo tira al agua lo va a ver, por suerte todos sabemos nadar”, dice entre risas.
A su corta edad, el pequeño está consciente de la realidad del deporte en el sector que reside. “Pese a que no tenemos lo mejor para entrenar, hacemos lo que hacemos con mucho gusto porque no hay más dónde entrenar por aquí. Sería bueno que nos den una ayuda para continuar”, acota Simisterra.
Y es que el espacio donde entrenan hace un año los 30 niños del equipo, cuyas edades oscilan entre los 8 y 15 años, está ubicado en la esquina del parque lineal del lugar y tiene dos arcos que son para fútbol sala, aun cuando ellos disputan competencias en cancha con 11 jugadores.
Las medidas de la improvisada cancha son de 5 metros de ancho por 10 metros de largo, pese a que el gramado en donde suelen competir puede llegar a medir 100 metros de largo y 75 metros de ancho.
“Este proyecto inició cuando los niños estaban de vacaciones. No tenía trabajo y para aprovechar el tiempo decidí darles clases. Fui de casa en casa invitándolos y los padres se sintieron felices porque sus hijos tendrían la oportunidad de entrenar. Lo único que pidieron los padres fue que los cuidara y no los dejara que se acerquen a los vicios (drogas) que hay en el sector. Ellos son niños que se quieren superar”, reveló el técnico y fundador del club, Jorman Tufiño.
Para conseguir los pocos implementos deportivos que tienen (15 uniformes, 5 pelotas y 12 conos de entrenamiento) fueron los vecinos los que de manera solidaria donaron todo en febrero de 2022. Hoy los instrumentos están muy deteriorados por el uso. Por ejemplo: a los esféricos, por caer tanto al estero, se les ha metido agua y están pesados, así como algunas de las prendas de sus uniformes ya están rasgadas.
“Con todos los chicos volvimos a tocar las puertas de las casas de los vecinos y nos sorprendió que nos ayudaran nuevamente. Algunos se atrevieron a darnos las pocas monedas que les quedaban, comprendiendo que el deporte es una buena válvula de escape, aún más en sectores como estos donde el peligro abunda. Se esfuerzan para poder jugar bien en canchas grandes. Tienen hambre de gloria”, acota Tufiño.
El ambiente en el que entrena a diario no es el ideal. Desde las 15:00 obligadamente lo tienen que hacer bajo un intenso sol, porque la luminaria pública del lugar no funciona desde hace varios meses. Eso sin contar los fétidos olores que emana un estero descuidado y la falta de servicios higiénicos y de agua potable para que se refresquen al final de las sesiones.
“Quiero ser futbolista, tener una oportunidad para superarme y poder sacar a mi familia de este sector. Acá se ve mucha delincuencia y drogas y no quiero vivir rodeado de esto, quiero superarme y tener una vida normal en la que no pase necesidades. Con el fútbol le daré de comer a mi familia en el futuro, por eso solo pedimos un mejor lugar para entrenar, una oportunidad de superación”, destacó Cristhian Garcés, de 13 años.
Patrick Nazareno, de 12 años y también miembro del club Sembrando Futuro, dice que sueña con ser el goleador de la selección de Ecuador.
“Este es el único medio que tenemos para poder salir de la pobreza. Somos felices entrenando con lo que tenemos, pero estamos seguros que con mejores implementos y alimentación podemos ser mejores. El profe Jorman Tufiño nos entrena muy bien y nunca nos ha cobrado nada”, precisa Nazareno.
Y es que ellos no serán los primeros ni los últimos cuyos sueños se forjen detrás de un balón, solo reclaman un poco de atención. Solo eso.