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Buena Vida
En El Tablazo de Santa Elena rezaron el VÍacrucis
En la jornada de fe realizada el Viernes de los Dolores hubo plegarias por los caídos en la pandemia, los enfermos, por los que perdieron empleos
El rezo del Víacrucis con que recuerda diferentes momentos de la Pasión y Muerte de Jesús es uno de los ritos que predomina en tiempo cuaresmal y en Semana Santa.
Los creyentes acuden a los templos, ahora, por la pandemia, lo han hecho mayoritariamente a través de las plataformas digitales, pero hay grupos que se organizan para revivir estos acontecimientos.
En Santa Elena, integrantes de la Pastoral Juvenil recordaron ese padecimiento en el cerro El Tablazo, donde también hicieron plegarias “por las almas de los fallecidos en esta pandemia”, “para que los familiares de los difuntos tengan resignación y sean cobijados en el manto de Jesús”, “por las personas desempleadas como resultado de esta crisis, que no pierdan la fe en Dios y sigan adelante”.
Realizaron el Víacrucis en el Viernes de Dolores, el 26 de marzo de 2021, previo a la Semana Santa. Fueron 80 jóvenes que recorrieron dos cuadras en las inmediaciones del cerro El Tablazo para cumplir con las diez primeras estaciones, las cuatro últimas se efectuaron en la parte más alta de la montaña, que representó el Monte El Calvario.
En el lugar permanecen las tres cruces en las que hasta el 2019 se efectuó la recreación de la muerte de Jesús. El año anterior, por el confinamiento, no se realizó y en este 2021 tampoco se pudo simular las escenas; pero para no perder la tradición de más de dos décadas se llevó un gran crucifijo para hacer las súplicas.
El sacerdote Marcos Marcillo y el seminarista César Villón, con sus mensajes en cada una de las estaciones hacían reflexionar a los presentes. Los fieles cabizbajos pedían perdón.
“El calvario de Jesús nos enseña las dificultades que en nuestras existencias nos toca padecer, el camino de la resurrección no es fácil, por eso todos tenemos que aprender a llevar nuestra cruz y así poder llegar al padre eterno”, expresó en la duodécima estación el religioso Marcillo.
En ese momento todos se pusieron de rodillas. Un canto triste se escuchaba a lo lejos, era Alexandra Cedeño que al compás de la guitarra de Walter Ordóñez anunciaban que el hijo Dios había muerto por la humanidad.
En ese instante, el joven Alexander Figueroa, quien llevaba el crucifijo inclinó su cabeza en el madero, cerró sus ojos e imploró piedad por los pecados cometidos. Los demás devotos permanecían en silencio.