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Buena Vida
Salasacas obsequian herramientas a sus hijos
Comunidad vivió el tradicional Kapak Raymi, ceremonia en la cual celebraron la fuerza y el liderazgo y heredaron los instrumentos para los quehaceres.
Este año no estuvo convocado todo el pueblo. No se escuchó el sonido de los tambores ni del pingullo, pero tampoco se dejó de recordar el 21 de diciembre, fecha dedicada a la continuidad de las destrezas artesanales y agrícolas.
En la Plaza de las Artes de Salasaca, parroquia del cantón Pelileo, en la provincia Tungurahua, se hizo el ritual de la Navidad andina o Kapak Raymi.
Marcelo Caisabanda, representante del Departamento de Cultura del Gobierno Parroquial, explicó que esta es la cuarta celebración andina más importante del año y se realiza el 21 de diciembre como parte del solsticio de invierno.
Esta festividad se practicaba desde la época de los incas, quienes celebraban la masculinidad, la fuerza y el liderazgo. Mientras que la Navidad fue impuesta con la llegada de los españoles. “Pero ambas tienen una similitud y por eso se dice que el 21 celebramos la Navidad Andina, donde los ancianos y sabios comparten sus dones sobre los conocimientos y sabiduría ancestral para que los niños sigan la continuidad de las tradiciones y el trabajo”.
El ritual fue dirigido por la sabia Gloria Chiliquinga, quien explicó a los asistentes, entre ellos el alcalde Leonardo Maroto, sobre la importancia de agradecer a los cuatros elementos: tierra, fuego, aire y agua, así como a los volcanes y cerros sagrados (Chimborazo, Tungurahua y Teligote) por la germinación que permitirá obtener buenas cosechas para el año nuevo.
Regalo para amar el trabajo
En medio de la plaza se decoró el centro ceremonial con frutas, flores y las herramientas principales de trabajo de los artesanos y agricultores. Después del ritual cumplieron con la entrega de los regalos a los niños.
Cada menor de edad recibió su obsequio. Mariano Caizabanda, padre del prefecto de Tungurahua, Manuel Caizabanda, fue el primero en entregar sus dones al pequeño Pacha.
El niño de cinco años recibió el azadón para que aprenda a arar la tierra, la soga para cargar los alimentos y animales y la hoz para cortar la hierba. “Antiguamente, en el tiempo del Cusco, no se daban caramelos, estos eran los regalos que se obsequiaban a la generación”, sostuvo Caizabanda.
Después le tocó el turno a Sargenta Chiliquinga, quien apadrinó a Margarita, de cinco años, y le entregó el hilo y la vasija para que mantenga la pasión por el hilado.
“Estos dones y herramientas le van a servir en el futuro. El ejemplo que damos es que deben mantener las raíces de su pueblo y siempre trabajar”, sostuvo la sabia.
Fueron 10 diez niñas y 10 niños los beneficiados con estos obsequios tradicionales.
La celebración culminó con la tradicional comida comunitaria o pampamesa. (YIE