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Mis Historias Urbanas: La tía y la fan

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Videollamada. Es su tía. -Acá está El Man, le dice sin mayor detalle. Estaba en el Salado. Detrás de ella, el rapero camina hacia una boletería.

La sobrina, periodista, empezó sus pasos en la comunicación en la sección de espectáculos, pero jamás tuvo la oportunidad de mirar de cerca, saludar y tomarse una foto con aquel hombre que, en los noventa, allá cuando era virgen, la enamoró con canciones rapeadas que hablaban de amor. 

-Acércate a él, suplica. Le tiembla la voz, las piernas, el alma. Cualquier guayaquileño puede pensar que es una exageración, que El Man, sí, es querido, tiene su toque, pero que no es para tanto. 

Otros, los más rudos hiphoperos, se reirán a carcajadas, porque, si bien ha sabido mantenerse, es fresa, es, como ellos dicen, vendido. Pero a ella eso no le importa. Tampoco a su tía, que conoce a la perfección cuánto admira su niña a ese flaco feo (aunque no lo entiende del todo). 

Lo piensa, pero no tarda mucho en decidirlo. Se acerca. -Oye, El Man, tengo a mi sobrina, que es tu fan, en videollamada. Se hace el sordo. Ella, a quien nadie le dice que no, insiste, con algo de vergüenza. 

Él se da cuenta de que no se librará. Mira con desdén el celular. La sobrina empieza a gritar. Se siente uno de esos personajes de Futurama a los que solo le queda la cabeza. 

El Man la mira con indiferencia y balbucea un ‘gracias’ como respuesta a sus confesiones de amor. Como diciéndole: "Ya, ya, posi, posi". Luego sigue en lo suyo. El Man perdió una fan ese día.