Para enero, una alcancía, para que empiecen a ahorrar, pues por tanta algarabía gastaron hasta quebrar. 

Para febrero, marzo y abril, les dejo una canoíta. Así, en tiempos de lluvias mil, evitan las ahogaditas. Y ya que hablamos de agua, al malecón le regalo cinco lanchas, para que se active el turismo fluvial y paseen a sus anchas. 

A los que no quieran ir por el agua, como algunos funcionarios, les dejo unas alas de arpía, como las de esas que plantearon la ya esperada aerovía. 

Heredo a la Metrovía unas cuantas unidades... Con el cuento de que las renuevan nos caen veinte Navidades... Pero como sé que no alcanza, a las chicas que usan este medio les dejo un sandungueo, así (bailando) restan el coraje cuando les toque punteo. 

A las cooperativas de buses, una guita de incentivo, que está confirmado: con acondicionador de aire y un buen asiento cualquiera viaja contento. ¿Sí o qué? 

Un taxímetro que sirva, a mis panas amarillos, y muchas promociones a los de las plataformas, que son más chéveres, aunque no cumplan las normas. 

Esto ha sido todo, fui el 2017, no me extrañen ni me odien, que todo en la vida se deja ir... Y como dicen por ahí, lo mejor está por venir.