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Mis Historias Urbanas: El sofá cósmico

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Notó que algo andaba mal cuando, al regresar a casa, vio una fila de autos y gente aglomerada en el portal. Caminó despacio, nerviosa. Había imaginado lo importante que era para su madre aquello de que el sofá brille después de las muchas sesiones de reiki que protagonizó; pero no creía que el alboroto era para tanto.

Llegó. Sorteó cuerpos curiosos al caminar a lo largo del espacio interior. Fue inevitable escuchar los murmullos: "Ella es. Ella es". Se sentía intimidada por tantas miradas de admiración. Lo supo entonces. Estaban allí por el sofá. A estas alturas todo el mundo sabía que la hija de la dueña de la casa, o sea ella, fue quien descubrió la energía materializada en el mueble. 

Es decir, la primera que vio esta gloriosa señal de la realización espiritual. Se sintió una estampita. Lo que no sabían ellos era que la energía materializada no era tal, sino la escarcha dorada que regó sobre el mueble para jugarle una broma a su madre, la anfitriona. 

Esperó que todos salgan. Su padre la confrontó a solas. "¿Qué le hiciste al mueble?". Tuvo que contar la verdad. A estas alturas, la escarcha estaba adherida hasta en las paredes, igual que la felicidad de la mujer que la parió, a quien estaba a punto de romperle el corazón. La obligaron a disculparse por teléfono con cada uno de los visitantes espirituales. También a limpiar el sofá cósmico.