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Mis Historias Urbanas: Sabido
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7 de enero, 2018
Corría temprano, como todas las mañanas. Sintió el pito del auto en la nuca. Había visto ya lo mal que conducía quien iba al volante minutos antes. Prácticamente le tiró encima el automotor la siguiente ocasión que lo sintió cerca. Le hizo una yuca magistral, de la ira.
El tipo se frustró y paró más adelante. Allí pudo corroborar lo que había imaginado, estaba ebrio. Y era de esos borrachos belicosos que buscan pleito por cualquier tontería. Estuvo a punto de seguirle la fiesta, pero recapacitó.
Lo vio salir del auto y en un impulsó de sobrevivencia tomó el celular y marcó una llamada. No tenía el número de nadie que pueda auxiliarlo. En ese momento se lo inventó. "Coronel Ulkinga, buenos días, necesito que venga a Ceibos porque hay un conductor etílico en la principal".
"Cuelga. No seas cobarde", ordenó el ebrio. El atleta siguió con su llamada ficticia. El alcoholizado amagó. Retrocedió unos pasos y abrió la puerta del vehículo. "¡Coronel! Se quiere ir. Le voy a dar la placa", amenazó, orgulloso de sus dotes histriónicos y muerto de risa por dentro.
Horrorizado por la inminente sanción, el borracho abre la billetera y saca $ 10. Tambaleándose hacia el runner, le extiende el billete. "Ya me voy, por favor, cierra". Agarró el dinero. "Lárgate, que ya vienen". Ya había arrancado cuando terminó la oración.
Lo vio salir del auto y en un impulsó de sobrevivencia tomó el celular y marcó una llamada. No tenía el número de nadie que pueda auxiliarlo. En ese momento se lo inventó. "Coronel Ulkinga, buenos días, necesito que venga a Ceibos porque hay un conductor etílico en la principal".
"Cuelga. No seas cobarde", ordenó el ebrio. El atleta siguió con su llamada ficticia. El alcoholizado amagó. Retrocedió unos pasos y abrió la puerta del vehículo. "¡Coronel! Se quiere ir. Le voy a dar la placa", amenazó, orgulloso de sus dotes histriónicos y muerto de risa por dentro.
Horrorizado por la inminente sanción, el borracho abre la billetera y saca $ 10. Tambaleándose hacia el runner, le extiende el billete. "Ya me voy, por favor, cierra". Agarró el dinero. "Lárgate, que ya vienen". Ya había arrancado cuando terminó la oración.