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Mis Historias Urbanas: La hilacha asesina
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25 de junio, 2017
El moño estaba tirado en medio del patio de la casa cuando lo encontró. Una hilacha desperfecta salía de uno de los tramos. Haló y haló. Como no sabía qué hacer con todo ese hilo, se lo envolvió en la muñeca, como una pulsera.
Cada vez más apretada. Empezó a sentir helada la piel y le pareció divertido. No es su culpa, apenas tenía cinco años. No quedaba moño ya. Todo el hilo ahora hacía una cruel telaraña alrededor de su mano. Tan anudada que la sangre no podía circular.
Él reía. Le parecía muy cómico el color morado en los dedos. Nunca los había visto de ese color. Y ya casi no los sentía. La carcajada estruendosa que fluyó de sus labios inquietó a su hermana. Cuando ella asomó al patio, él no dudó en invitarla a apreciar su hazaña: "Mira, me pinté la mano sin pintura, ¡ja, ja, ja!".
Horror. Tenía apenas siete, pero la intuición la hizo advertir que algo andaba mal. Llamó al abuelo por teléfono. Llegó en minutos, con navaja en mano, para evitar la posible amputación. Jamás volvió a dejar un moño dañado al alcance de su hermanito.
Él reía. Le parecía muy cómico el color morado en los dedos. Nunca los había visto de ese color. Y ya casi no los sentía. La carcajada estruendosa que fluyó de sus labios inquietó a su hermana. Cuando ella asomó al patio, él no dudó en invitarla a apreciar su hazaña: "Mira, me pinté la mano sin pintura, ¡ja, ja, ja!".
Horror. Tenía apenas siete, pero la intuición la hizo advertir que algo andaba mal. Llamó al abuelo por teléfono. Llegó en minutos, con navaja en mano, para evitar la posible amputación. Jamás volvió a dejar un moño dañado al alcance de su hermanito.