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Mis Historias UrbanasPor Blanca Moncada

Mis Historias Urbanas: Gatisecuestro

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El bus sale de Santo Domingo. Como siempre, se sienta al final. Va a Guayaquil. Ha pasado otra semana de su tiempo de la rural, previo a la obtención del título de médico del país y descansará un poco el fin de semana en su ciudad natal.

No le molesta la Sierra. Se ha acostumbrado al clima, a los vecinos y a esa hermosa chica hogareña que le lava y le plancha el uniforme a diario, que a veces duerme con él y que se llama Laura, como la canción.

La quiere. Eso cree. La conoció en un lugar donde solía comprar almuerzos. Fue un flechazo. Tranquila, acomedida, cariñosa. La compañía adecuada para estos días de presión laboral.

En otro extremo del país, Manabí amanece también. Rocío se ha hecho un bolón para desayunar. Anda por los veinte y sueña con escribir un libro pronto.

Ha desesperado durante este tiempo por la ausencia de su futuro doctor. El hombre con el que se casará apenas termine la rural y que hace no mucho le quitó la virginidad.

Al pie de sus pies, el gato de ambos. Un hijo. Los fines de semana que llega suelen traerlo a la cama cual oso de peluche y acurrucarlo entre las piernas. Lo ve salir al cerramiento. Siempre hace eso. Lo ignora.

Un mensaje llega a su Whatsapp. Abre el link que le han enviado. Es un perfil de Facebook. Es Laura. Laura que le cuenta al mundo en redes que tiene al mejor novio de la historia. Con fotos de viajes y momentos rutinarios.

Un pedazo de verde se ha atorado en la garganta. Grita.

Suena el teléfono. “Es mentira. No creas nada, mi amor”. El futuro doctor sabe que ha sido descubierto. Le cierra el teléfono, le da estrictas órdenes a la madre de no dejarlo entrar.
Horas después, un grito. Es el futuro doctor. Está afuera.

“Tengo al gato. Si no bajas, lo mato”. Así, rimado, ridículo, increíble. Bajó por bienestar del peludo y, ¿qué creen? Lo perdonó. Así es la vida de absurda y el amor de pendejo.