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Mis Historias Urbanas
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Mis Historias Urbanas: Exámenes incómodos
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12 de junio, 2016
Doce horas antes compró las muestras en la farmacia. Se levantó temprano el día del trámite, hizo del uno, hizo del dos, guardó los recipientes en una funda pequeña y salió. Se subió al bus. Sabiéndose portador de porquerías, anduvo con la cabeza gacha hasta llegar a su destino. Evitó, por supuesto, el exceso de movimiento, por si acaso se riegue.
Llegó a la oficina, fue al dispensario y encontró una enorme fila. Todos tenían una funda pequeña con porquerías, como él. Vio allí a la amiga de Milagro, al compañero de Durán, al colega de Mucho Lote. Imaginó cómo debió de ser de incómodo el viaje desde esos lugares en esas condiciones.
Reflexionó sobre el comportamiento de la gente en momentos cómo este. ¿Qué diálogo es oportuno? ¿Dónde debo dejar las muestras hasta que sea mi turno? ¿Cómo evito mirar el color de la orina de alguien más? Una vez al año, la vergüenza se apodera de muchos de nosotros.
Una vez al año, la incomodidad reina en una mañana de ayuno. Una vez al año, los buses llevan pasajeros con porquerías en sus bolsos... una vez al año, las empresas tienen la obligación de realizar incómodos pero necesarios exámenes de heces y orina.
Reflexionó sobre el comportamiento de la gente en momentos cómo este. ¿Qué diálogo es oportuno? ¿Dónde debo dejar las muestras hasta que sea mi turno? ¿Cómo evito mirar el color de la orina de alguien más? Una vez al año, la vergüenza se apodera de muchos de nosotros.
Una vez al año, la incomodidad reina en una mañana de ayuno. Una vez al año, los buses llevan pasajeros con porquerías en sus bolsos... una vez al año, las empresas tienen la obligación de realizar incómodos pero necesarios exámenes de heces y orina.