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Mis Historias Urbanas: Los Daquilema

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Cuando mi primo Leonardo me invitó a un carnaval de los Daquilema, en Durán, pensé toparme con globos de colores, puro, rocola y ebrios por todas partes. Aun así, me atreví. Pero la organización y la cultura me pegaron una bofetada.

La tarima, pulcra, igual que el sonido, se imponía en la escena, colorida con papeles y globos de colores que se pusieron allí desde temprano. Leían un homenaje póstumo al padre de diez Daquilema, aquel que años antes empezó la tradición de este carnaval familiar. 

La corona del rey, como en las familias más reputadas de la monarquía, solo puede ser cedida a uno de los miembros pura sangre. Así ha sido esta última década, incluido el reciente feriado. El rey elegido, con su corte en la cola de la capa, bailó acompañado del diablo, de la mama negra, de payasos y demás protagonistas de la fecha. 

Fue un carnaval de Guaranda aterrizado en Durán, digno de inversión municipal para el reforzamiento del legado cultural. El monarca recorrió cada uno de los asientos de los invitados para brindar cerveza en una cuchara de palo, su cetro, otra de las tradiciones. No tomarse todo es una afrenta. 

El carnaval de los Daquilema continuó al ritmo de la música tradicional, con banda y todo. Luego, por supuesto, también llegó la tecnocumbia. Regalaron cerveza, risas y agua... Agua, que a Durán le falta ahora, pero para los Daquilema no hay motivo para la mezquindad. No en carnaval.