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Mis Historias Urbanas: Boda forzada

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"Estamos aquí junto al altar…". El sacerdote hablaba y el eco de su voz retumbaba en las paredes de la iglesia. A la familia le brillaban los ojos en los bancos. Se suponía que los doce años de convivencia después del civil le mermarían los nervios, al menos un poco. Pero no. Sudaba frío. Sabía que Dios es cosa sería. Eso le enseñaron de niño. No podía concentrarse.

Se preguntó una y otra vez si de verdad era necesario subir este eslabón. Amaba con toda el alma a su hijo único y lo hacía por él. "Papi, cásate con mi mami", le rogó el día de su primera comunión. Fue un pedido inesperado. En la ceremonia la voz del padre no llegaba a sus oídos. Veía cómo los labios del religioso se movían, pero él estaba como soñando. 

A su lado, la mujer, con esa sonrisa simplona que no le inspiraba un suspiro desde la unión forzada por el embarazo, hace algo más de una década. "¿Quieres recibir a Martha como esposa (…) y amarla y respetarla todos los días de tu vida?". Bloqueado completamente, mareado hasta el cansancio. 

Sin saber cómo ni con qué motivo, dejó salir un "no". Un "no" fuerte. Un "no" que retumbó en las paredes de la iglesia como la voz del sacerdote. Un "no" que quería regresar a su estómago y que quedaría grabado en el vídeo de recuerdo. "Sí, sí…", corrigió de inmediato, pensando en su hijo. Años más tarde, se arrepentiría. Pero esa es otra historia.