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Mis Historias Urbanas
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Mis Historias Urbanas: Blanca
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14 de marzo, 2021
Recuerdo el olor de tu perfume al llegar de trabajar. Suave, femenino. Recuerdo que hacías rodar tus elegantes trajes ejecutivos para desempacar las medias de nailon y luego meterte, urgida, al baño.
Luego la bata. Y todas las cremas que podías. Me preguntabas cómo había sido mi día. Mi día. El día de una niña de 5, 6, 7 años. Te importaba tanto como tus cosas del trabajo.
Amaba los días en que, jubilada, eras más libre para entregarme todo el amor del mundo. Admirada tu distinción, tus amistades eternas y cada una... Lo juro. Cada una de las conversaciones que sabían a lecciones.
“Un día serás mujer”, decías. Y yo quería quedarme para siempre sentada en tu cama, escuchando cómo tu voz dibujaba los que, creías, serían el camino más seguro hacia la felicidad: independencia, perseverancia y, por supuesto, educación.
¿Cómo hiciste? ¿Cómo hiciste para llevar a cuestas, sola, a cuatro hijos bien criados? ¿Cómo hiciste para soportar la muerte de tía Mónica, cuando apenas era una niña? ¿Cómo hiciste para darme estas ganas de imitarte hasta la muerte?
Naciste en el mes de la mujer porque eres todo lo que una mujer debe ser. Y no hay carta que resuma con exactitud todo el amor que te tengo. Soy tu fan más fiel.
Ya no te veo como antes. Lo sé; pero ten la seguridad que no tomo ninguna decisión sin que antes tu voz de sabia asome. Vives en mí, eres la arquitecta de esta obra que llamas primera nieta.
Al diablo el parentesco. Soy tu hija. Así me siento desde que nací. Y vaya, qué orgullo tenerte como madre, abuela mía.
Has caminado en firme. Has llorado también. Hoy todo el amor que diste te es devuelto en cuotas, como debe ser. Hoy, cuando los recuerdos te son esquivos, quiero que pienses en mí como nunca antes. Que sepas que te amo más que ayer.
Lección aprendida, mami, puedo decirte que hoy, a mis 32 y tus casi ochenta y pico, has logrado la mejor versión de mí. Te amo hasta la eternidad. Feliz cumpleaños, Mamita Blanca.
Amaba los días en que, jubilada, eras más libre para entregarme todo el amor del mundo. Admirada tu distinción, tus amistades eternas y cada una... Lo juro. Cada una de las conversaciones que sabían a lecciones.
“Un día serás mujer”, decías. Y yo quería quedarme para siempre sentada en tu cama, escuchando cómo tu voz dibujaba los que, creías, serían el camino más seguro hacia la felicidad: independencia, perseverancia y, por supuesto, educación.
¿Cómo hiciste? ¿Cómo hiciste para llevar a cuestas, sola, a cuatro hijos bien criados? ¿Cómo hiciste para soportar la muerte de tía Mónica, cuando apenas era una niña? ¿Cómo hiciste para darme estas ganas de imitarte hasta la muerte?
Naciste en el mes de la mujer porque eres todo lo que una mujer debe ser. Y no hay carta que resuma con exactitud todo el amor que te tengo. Soy tu fan más fiel.
Ya no te veo como antes. Lo sé; pero ten la seguridad que no tomo ninguna decisión sin que antes tu voz de sabia asome. Vives en mí, eres la arquitecta de esta obra que llamas primera nieta.
Al diablo el parentesco. Soy tu hija. Así me siento desde que nací. Y vaya, qué orgullo tenerte como madre, abuela mía.
Has caminado en firme. Has llorado también. Hoy todo el amor que diste te es devuelto en cuotas, como debe ser. Hoy, cuando los recuerdos te son esquivos, quiero que pienses en mí como nunca antes. Que sepas que te amo más que ayer.
Lección aprendida, mami, puedo decirte que hoy, a mis 32 y tus casi ochenta y pico, has logrado la mejor versión de mí. Te amo hasta la eternidad. Feliz cumpleaños, Mamita Blanca.