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Mis Historias Urbanas
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Mis Historias Urbanas: Un baño con saliva
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3 de julio, 2016
Guayaquil estaba sin agua y el ambiente era tenso en todos los estratos sociales. Apenas doce horas antes, el descuido de un empleado hizo que más de treinta galones de combustible cayeran al rio Daule. Esa tarde llegó René a quejarse donde Alberto. "No me he bañado. Me siento meloso". El dueño de la casa puso su baño a disposición y bromeó: "O pásate salivita, así también nos ahorramos el agua de mi cisterna. Con esta crisis nunca se sabe".
Entre risas y burlas, Tami jugaba en un rincón de la casa con sus muñecos, aparentemente distante al cuadro de su padre y el visitante. Aparentemente... Había pasado un rato ya de la broma cuando Alberto se acercó a su pequeña hija de tres años y notó que los muñecos lucían mojados, humedecidos con pequeñas bombas de espuma. No era agua con detergente. Era saliva, la saliva de Tami.
Alberto se alarmó: "Tami, ¡por qué escupiste los juguetes?". La niña miró a su padre y con una expresión seria, como tratándose de quien da un argumento pesado de sus ideologías, le contestó: "Porque tenía que bañarlos, pero hay que ahorrar el agua de la cisterna, papi, ¿no ves que en Guayaquil no hay agua? Eso fue lo que le dijiste a tu amigo, ¿no?".
Alberto se alarmó: "Tami, ¡por qué escupiste los juguetes?". La niña miró a su padre y con una expresión seria, como tratándose de quien da un argumento pesado de sus ideologías, le contestó: "Porque tenía que bañarlos, pero hay que ahorrar el agua de la cisterna, papi, ¿no ves que en Guayaquil no hay agua? Eso fue lo que le dijiste a tu amigo, ¿no?".