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Mis Historias Urbanas: Un año después
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5 de noviembre, 2017
Un día como hoy estabas alistando las maletas para volver a casa del feriado. "En el cielo", decía tu última foto posteada. Alardeabas de tu viaje a la sierra y del bonito escenario celestial que allá encontraste. Sin saber que, involuntariamente, fotografiabas la que sería tu casa dentro de 48 horas.
La bala que te arrastró a la muerte, a cambio de un celular, fue motivo de innumerables titulares, pero nada sirvió. Recién once meses después dictaron sentencia para tu asesino. Le dieron 26 años, era una forma de devolverte los 26 que te quitó a ti la mañana de ese 7 de noviembre, horrenda coincidencia.
Pero no se ha hecho justicia. Es decir, además de no volverte a ver, la delincuencia sigue igual o peor, aunque aseguran los expertos, cínicamente, que ha habido una mejora, en cifras, de esas incomprensibles que no han podido quitarles el miedo a las aceras.
Ni a las aceras ni a los lugares públicos. Ese mes, por ejemplo, mataron al dueño de un local de Urdesa. También por robo. También ese mes amenazaron con arma de fuego a una familia que iba en un vehículo a la altura del malecón.
¡El malecón! Y allí apareces tú. En cada asalto, en cada asesinato, en cada avenida del terror, como una presencia eterna y dolorosa que le recuerda al mundo que no importa a cuántos despidamos llorando, el mal de la inseguridad sigue allí, eterno, aunque hayan llegado otros 500 policías.
Que no se nos olvide que faltas, que no se borren de las memorias ciudadanas las ausencias luctuosas, las manchas de sangre, la avidez de un cambio. Te extrañamos, Robert.
Pero no se ha hecho justicia. Es decir, además de no volverte a ver, la delincuencia sigue igual o peor, aunque aseguran los expertos, cínicamente, que ha habido una mejora, en cifras, de esas incomprensibles que no han podido quitarles el miedo a las aceras.
Ni a las aceras ni a los lugares públicos. Ese mes, por ejemplo, mataron al dueño de un local de Urdesa. También por robo. También ese mes amenazaron con arma de fuego a una familia que iba en un vehículo a la altura del malecón.
¡El malecón! Y allí apareces tú. En cada asalto, en cada asesinato, en cada avenida del terror, como una presencia eterna y dolorosa que le recuerda al mundo que no importa a cuántos despidamos llorando, el mal de la inseguridad sigue allí, eterno, aunque hayan llegado otros 500 policías.
Que no se nos olvide que faltas, que no se borren de las memorias ciudadanas las ausencias luctuosas, las manchas de sangre, la avidez de un cambio. Te extrañamos, Robert.