Mis Historias UrbanasPor @blankimonki

Mis Historias Urbanas: Aniversarium

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Un día como hoy, hace un año, la ciudad en la que vivo, Guayaquil, estaba convertida en cementerio. Familias enteras lloraban a sus seres queridos y sufrían por tener que soportar sus cuerpos muertos hasta una semana en casa, porque no había quién los recoja.

Un día como hoy, hace un año, la ciudad en la que vivo estaba en teletrabajo. La pandemia había aterrizado hace más de un mes y nos pasaba su factura más cara, la desidia.

Un día como hoy, hace un año, mientras muchos hacíamos teletrabajo en la ciudad en la que vivo, llegaban a mi celular de periodista capturas de pantallas con supuestas noticias falsas que mostraban féretros en avenidas de todos los rincones.

Un día como hoy, hace un año, supe que no habían fake news. Los cuerpos se acumulaban en fundas negras en las morgues, los pasillos, los patios y hasta las recepciones de los hospitales. La pandemia nos golpeó en el alma, y con más crudeza.

Miro hacia atrás. Las familias que perdieron a los suyos han debido aprender a vivir las ausencias devenidas de una muerte implacable y zángana. Miro hacia atrás, hay deudos que aún hoy no tienen la certeza de que la tumba en la que enterraron a su muerto contenga el cuerpo correcto. Miro hacia atrás y, peor, hay gente que ni siquiera halló aún a su cadáver.

Y la vida, Guayaquil. La vida. Mi rostro ya se acostumbró a la mascarilla, pero a mis lentes les falta todavía adaptarse a vivir con ella en las orejas.

Mis bares favoritos medio abren, intentan alcanzar la reactivación mentirosa, que indigna a las noches hoy apagadas de mi Guayaquil farrera.

Mis abuelos salen menos que antes. Pero, diablos, están vivos. Y eso. Eso ya es bastante.

Un día como hoy, hace un año, aprendí que cada segundo vale oro, que la vida es efímera y que la libertad superflua. Un día como hoy, hace un año, empezamos a llorar la pandemia.