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Mis Historias Urbanas
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Mis Historias Urbanas: Amor de buseta
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10 de junio, 2018
Ahí va de nuevo. Su cabello cae en la espalda con una cola sambiruca. Tiene un chupete en la mano. Lo usa para pintarse de rojo cereza los labios, típico truco de adolescente a la que le prohíben el maquillaje.
Siempre está sentada casi al final del bus. Él la tiene estudiada hace algún tiempo. Pasa doce y quince en punto, hacia el colegio. La espera solo para verla asomada a la ventana. Ella hace lo propio. El juego de miradas empieza después del segundo vigilante acostado. Ella saborea una vez más el chupete y espera alcanzar las pupilas del niño sin nombre.
Solo sabe que le gustan los patines. Siempre carga unos puestos. Es flacucho, pero se lo ve buena onda. Le gusta. Se miran sin interrumpir el contacto hasta que ella se pierde en la avenida con esa sonrisa que lo pone bobo. Suspiran. Así infinitamente, hasta ese sábado...
La mandaron a comprar una lámina para algún deber que jamás hizo, porque nunca tuvo cuadernos al día. Llegando al bazar, él niño sin nombre estaba en la esquina del local. La vio de pies a cabeza por primera vez. Se reconocieron y dibujaron esa inmortal sonrisa llena de vida y olor de rosas: "Hola, ‘¿cómo te llamas?’", soltó él. Ella tembló.
Fue el inicio de una de las más memorables historias de amor que alguien pueda contar y jamás olvidar. Cuando crecieron, y se hallaron otra vez, él bromearía a carcajadas sin reparos: "Recuerdo que cuando te conocí te decía ‘la loca de la buseta’".
Solo sabe que le gustan los patines. Siempre carga unos puestos. Es flacucho, pero se lo ve buena onda. Le gusta. Se miran sin interrumpir el contacto hasta que ella se pierde en la avenida con esa sonrisa que lo pone bobo. Suspiran. Así infinitamente, hasta ese sábado...
La mandaron a comprar una lámina para algún deber que jamás hizo, porque nunca tuvo cuadernos al día. Llegando al bazar, él niño sin nombre estaba en la esquina del local. La vio de pies a cabeza por primera vez. Se reconocieron y dibujaron esa inmortal sonrisa llena de vida y olor de rosas: "Hola, ‘¿cómo te llamas?’", soltó él. Ella tembló.
Fue el inicio de una de las más memorables historias de amor que alguien pueda contar y jamás olvidar. Cuando crecieron, y se hallaron otra vez, él bromearía a carcajadas sin reparos: "Recuerdo que cuando te conocí te decía ‘la loca de la buseta’".