Mis Historias Urbanasblanca moncada

Mis Historias Urbanas: Amor alcohólico

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Nos habíamos bajado unas 30 ‘patuchas’ de puro con coco entre diez. Ahí estábamos, en plena vereda, coreando éxitos de rock latino totalmente ebrios. Mi novio de ese entonces, José María, siempre en pie de guerra, cuidaba de mí de manera celosa, o al menos eso creía yo. Llegó la hora de irnos. Entramos casi todos en un auto pequeño.

Me tocó ir sobre las piernas de mi amado, semidormida, semimuerta. Los giros del vehículo me traicionaron, vomité encima de su camisa por quince minutos. Él aguantó el bache. Llegamos. No podía pararme. A lo lejos escuchaba su súplica: -Camina recta, por lo menos hasta la puerta, solo falta media cuadra.

 -Tienes que dar la cara, José María, balbuceé. Ya en el portal, timbró al celular de mi hermano y le susurró: "abre y que entre despacio". Pensé que esperaría a que abra, pero no, salió corriendo por miedo a que mi papá se despierte. Mi hermano, indignadísimo. Lo ignoré. Mi meta estaba a punto de ser alcanzada. 

Chocándome con las paredes, prácticamente gateando sobre ellas, me caí sobre la puerta del dormitorio de mis padres. Gritos de decepción y horror de mi progenitor se oían a lo lejos. -Lárgate a bañar, mañana hablamos, me ordenó. -Tienes que dar la cara, José María, balbuceé de nuevo, semidormida, seminuerta.