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Mis Historias Urbanas: El abogado
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10 de julio, 2016
Carlos llegaba a casa aquel día con una jaba de cervezas en las venas. Había ganado Barcelona, era quincena y también viernes. Un fin de semana perfecto, a su decir. Jamás imaginó que luego de diez minutos estaría tumbado en la vereda, de rodillas, llorando como un niño una pérdida irreparable. Caminaba torpe, como lo hacen los que han bebido mucho. Vio de lejos al abogado haciéndole un saludo amable con la mano.
Era su amigo de libros, su vecino culto, el hombre con el que podía conversar de todos los temas del mundo sin aburrirse un solo instante. "¡Abogado! ¡Ganó el Ídolo! Ya mismo le llevo la novela de García Márquez que me dio. Muy buena estuvo. ¿Cómo ha estado? Si hubiera sabido que estaba en su casa, lo invitaba a las ‘heladas’. Cuídese". Agitó la mano a manera de despedida.
Al voltear, vio a su mujer. Estaba pálida. "¿Con quién hablas?", preguntó asustada. Aunque escuchó todo lo que dijo su marido, no vio a nadie cerca. "Con el abogado, pues. ¿No lo viste?". Ella tragó saliva. El abogado había amanecido colgado de una viga esa mañana. Suicidio. Carlos se llevó las manos a la cara y se dejó caer. Aún no puede explicarse cómo fue que lo vio vivo.
Al voltear, vio a su mujer. Estaba pálida. "¿Con quién hablas?", preguntó asustada. Aunque escuchó todo lo que dijo su marido, no vio a nadie cerca. "Con el abogado, pues. ¿No lo viste?". Ella tragó saliva. El abogado había amanecido colgado de una viga esa mañana. Suicidio. Carlos se llevó las manos a la cara y se dejó caer. Aún no puede explicarse cómo fue que lo vio vivo.