Comió lodo. La caída fue tan fuerte que cuando tocó fondo se le desprendieron la venda de los ojos y los prejuicios con los que lo habían empujado a crecer. Murió... o más bien una parte de él lo hizo. Todo lo que había sido hasta entonces se desprendió de su ser, como desgarrándose de la piel, pero sin heridas. 

Luego le crecieron alas. De un suspiro volvió a nacer. Esta vez pudo volar. Voló tan alto, tan alto que pudo mirar al mundo de una forma diferente. Tan alto que empezó a valorar el oxígeno, la naturaleza, la vida... Ya no era el hombre que conocí. 

De ser un padre de billetera llena y carro del año pasó a ser un sabio con pipa e incienso en mano. Tiene 50 y el secreto de la felicidad que cualquiera anhela. Vieja es mi alma, suele decirme. Nada existe, todo es una ilusión, suele decirme. 

Solo hacer lo que amas te dará la garantía de vivir, respira, suele decirme. Tu felicidad, suele decirme, solo es tu responsabilidad. Mi padre, el de antes, ha muerto. Ha nacido el maestro. A él, feliz día.