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Matías Iragorri revela impactante verdad sobre su vida en redesKarina Defas

Matías Iragorri comparte una verdad impactante con orgullo

Descubre la valiente declaración de Matías Iragorri, un destacado arquitecto que revela su verdadero origen y desafía los prejuicios de la adopción

A los 40 años, Matías Iragorri, reconocido empresario, sorprendió a muchos al compartir una revelación personal a través de la plataforma X, desencadenando una ola de reacciones inesperadas. El cumpleaños fue el catalizador que lo impulsó a finalmente liberarse de un secreto guardado durante mucho tiempo. Además de celebrar su hito de vida, decidió dar un giro radical: dejar atrás las formalidades y revelar su identidad mediante un tatuaje del símbolo Fibonacci en su hombro. Pero lo más significativo fue compartir su verdadera historia con el mundo, después de haber revelado a sus hijas pequeñas su origen adoptivo.

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Matías Iragorri, una vida llena de verdad y autenticidad

La liberación de Matías no solo marcó un hito en su vida, sino que también reveló su naturaleza confiable y valiente. Padre de dos niñas, Bruna y Catalina, y felizmente casado, Matías ha sido siempre un hombre de principios, dedicado a ser fiel a sí mismo y a hacerse escuchar. Su compromiso con la verdad y la autenticidad se refleja en cada aspecto de su vida, desde sus firmes convicciones hasta su pasión por el diseño arquitectónico y el cultivo de plantas, una afición descubierta durante la pandemia.

Tampoco se queda callado, y no tiene por qué. En cualquier espacio ha sido así, incluso en las aulas universitarias donde no se amilanó para enfrentarse con el mismo decano de arquitectura, quien más adelante le ofreció trabajo y con quien goza de una excelente relación.

Vive en una amplia y luminosa casa en Cumbayá que por supuesto construyó y diseñó, y donde el sol poniente se manifiesta grandioso cada mañana. Dentro y fuera, las plantas son las protagonistas, sembradas y tratadas por él mismo, una de sus más grandes pasiones que descubrió durante la pandemia. Abrió una cuenta de Instagram relacionada a ellas y está determinado a que su casa poco a poco luzca como un campo florido, tal cual los inmortales cuadros de Van Gogh.

Aquí precisamente celebró su cumpleaños en una íntima cena familiar, donde de repente, Bruna lanzó la pregunta del millón: “abuela ¿a qué hora nació mi papá?” Silencio gélido... Matías sabía que llegaría ese momento tarde o temprano. Elena, su madre, respondió serena y abiertamente: “no lo sé porque tu papi nació en Medellín y yo no estaba ahí. Cuando tenía 5 meses lo adopté”. La reacción de las niñas fue natural, sin drama alguno. A la mañana siguiente, Matías estaba listo para soltar su verdad y escribió en su cuenta de X:

Ayer, hace 40 años fui abandonado por mi progenitora. En un hospital, un bebé recién nacido, sin el calor de la biología, sin el latido que me acompañó por 9 meses, sin lactar, sin saber qué pasaba, qué momento más extraño… Pero gracias a ese día, hoy tengo lo que tengo.”

Matías Iragorri posa con su mamá ElenaKarina Defas

Así comenzó la historia de Matías Iragorri

Bullía la era de Pablo Escobar, el más célebre capo de las drogas asentado en Medellín y por quien se han producido innumerables documentales, libros y series de televisión. La guerra desatada en las lindes paisas cobró la vida de miles.

Lejos pero paralelo a esta historia, Elena Ponce ansiaba fundar su propia familia pero los hijos no llegaron. De padre diplomático, viene de una numerosa familia de 12 hermanos, por tanto, los hijos eran un tema fundamental para constituir una vida plena y completa. Casada con Diego Iragorri, eran los invitados de toda fiesta mientras consolidaban sus carreras profesionales. Elena gerenciaba su propia empresa de diseño y costura. Pero a los 32 años, el vacío estaba presente.

Mientras, el vínculo con Colombia fue proverbial: Su esposo era colombiano, Elena había vivido en Bogotá, donde residía su hermana, y la esposa de un primo cercano, originaria de Medellín, facilitó la buenaventura. Fue ahí donde adoptó a su primer hijo, en la Casita de Nicolás llamada “El Orfanato”. El bebé llegó a revolucionar sus vidas. 3 años después buscó a su segundo hijo en el mismo lugar: Matías, con apenas 5 meses de edad. Elena recuerda claramente su carita feliz, alegre, como ha sido siempre.

“Fui adoptado en octubre del 84 y no sé quién fue mi madre biológica… En el hospital dejó escrito un nombre ficticio y se fue. Quizá fue una chica rica que no quería hijos, o una prostituta, o alguien que había sido violada… quien sabe si mi padre era parte del cartel…. No lo sé. Intenté averiguarlo una sola vez pero no se encontró indicio alguno… Al final ¿para qué saber? Creo que me hicieron un favor porque, sea como sea, mi vida es muchísimo mejor de lo que hubiese sido en otras circunstancias”.

En la celebración de su cumpleaños, se enteró que, en septiembre de 1984, su tío Mario estaba en Medellín porque nacía su hija, circunstancia que lo llevó a dejar los papeles de adopción de sus padres a El Orfanato donde él lo conoció. “Fue el primero en tomarme una foto, poco antes de que me recibiera mi madre el 18 de octubre del mismo año. Es una historia que acabo de conocer en el matrimonio de mi prima, la misma que me contó a los 7 años que ambos éramos de Medellín, porque había sido adoptado ahí. Fue un shock en ese momento”, recuerda.

Para Matías Iragorri la adopción no debe ser algo oculto

A través del tiempo, Mati, como lo conocen sus allegados, atravesó distintas procesos para asumir plenamente su realidad. Elena, su madre, trató el tema con honestidad y nunca escondió la verdad a sus hijos, aunque de niño, Matías lo bloqueó hasta que salió a la luz por otro canal. En la adolescencia, sus amigos lo apoyaron sin prejuicio alguno y así fue entendiendo que su condición no lo definía per se: “Nunca me causó conflicto, porque desde bebé tuve una vida normal y mi mamá me enseñó que no era un tabú”. No obstante, era algo que mantenía en reserva por falsas ideas preconcebidas que existen hasta hoy.

Para su hermano, mientras tanto, el camino ha sido más empinado y complejo: “Fuimos criados bajo el mismo techo y mismas normas, pero él tomó otro camino, ahora está en Colombia”, dice Matías, y Elena, la madre añade: “Todos nacemos con una carga. Unos más, otros menos. A mi primer hijo le tocó una pesada y eso le ha costado en la vida”.

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Al conocer a Amira Jalil en los pasillos universitarios hace 20 años, sintió la necesidad de confesarle su realidad: “Tengo que contarte algo”, le dijo. ¡Asustada, pensó que iba a decirle que tenía un hijo! Pero al enterase de que la cosa no iba por ahí, respiró feliz.

“He aprovechado todas las oportunidades que he tenido y las que me dieron mis padres. Tuve una banda de rock pesado con Santiago José Gangotena, mi mejor amigo de toda la vida -‘Vita Ex Morti’-; tengo una hermosa familia, y he podido trabajar con las mejores personas como arquitecto. Todo lo que he querido lo he podido hacer. No me quejo de nada, ha sido una gran vida. Mis padres biológicos me dieron una segunda oportunidad y ¡ya he logrado salir del clóset”, (risas), finaliza.

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